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Revista de Análisis del Banco Central de Bolivia
versión impresa ISSN 2304-8875
Revista de Análisis v.32 n.1 La Paz jun. 2020
ARTÍCULO
Feminización de la pobreza en Bolivia: Un análisis
a partir de paneles sintéticos
Feminization of poverty in Bolivia: An analysis
using pseudo-panels
Cecilia Castro Balderrama*, Guillermo Gómez Aliaga**
* Contacto: cecilia.castro@ucb.edu.bo
** Contacto: ggomeza4@gmail.com
El contenido del presente documento es de responsabilidad de los autores
y no compromete la opinión del Banco Central de Bolivia.
Resumen
Bolivia se ha caracterizado en los últimos años por una disminución de la pobreza en distintos sectores de la población. Para una mejor comprensión de este fenómeno, es importante verificar si existe alguna diferencia en relación a la pobreza, entre hombres y mujeres. Por ello, la presente investigación une los conceptos de pobreza y género para indagar la feminización de la pobreza en Bolivia. Para tal efecto, se construyen paneles sintéticos no paramétricos con el objetivo de constatar cómo varían las dinámicas de la pobreza entre hogares que tienen como cabeza de hogar a mujeres y hogares encabezados por hombres, en el periodo de 2013 a 2017. Los resultados indican que las mujeres tuvieron un patrón similar al de la tendencia general de la población, que la mayor parte de los hogares encabezados por mujeres se mantuvieron fuera de la pobreza, que una proporción menor fueron pobres transitoriamente y que un porcentaje mínimo de los hogares fue pobre crónico.
Clasificación JEL: D31, 132, J16.
Palabras clave: Feminización, pobreza, género, paneles sintéticos
Abstract
In recent years, Bolivia has been characterized by decreasing poverty rates among different groups of population. For a better understanding of this phenomenon, it is important to verify if there is any difference in relation to poverty between men and women. Therefore, this research unites the concepts of poverty and gender to investígate the feminization of poverty in Bolivia. For this purpose, nonparametric synthetic panels are constructed to verify how the dynamics of poverty vary between households headed by men and households headed by women on 2013 to 2017 period. Results indícate that women had a pattern which was similar to the general population trend, the majority of households headed by women remained out of poverty, a smaller proportion was transiently poor, and that a mínimum percentage of households was chronically poor.
JEL Classif¡catión: D31, 132, J16
Keywords: Feminization, poverty, gender, synthetic panels
I. Introducción
Bolivia experimentó una importante reducción de la pobreza en los últimos años. La incidencia de pobreza moderada para el año 2017 fue de 36,4% y de pobreza extrema fue de 17,1%. Estos valores llevan varios años con una tendencia negativa, es decir, mantuvieron un descenso sostenido a través del tiempo. Al inicio de la década, la incidencia de la pobreza moderada era 10 puntos porcentuales más alta, y la de la pobreza extrema 4 puntos porcentuales por encima de los valores de 2017.
Si bien los datos indican que la pobreza disminuyó en Bolivia, aún no existe evidencia clara en torno a qué grupos son los que salieron de la pobreza o cuáles entraron en esta situación. Tampoco se sabe con exactitud qué diferencias existen entre un individuo que se mantiene fuera de la pobreza y otros que están en una situación totalmente contraria. Es por este motivo que surge la necesidad de estudiar este fenómeno desde un punto de vista dinámico.
Por otra parte, la literatura señala que las mujeres son las más pobres entre los pobres en países en desarrollo, razón por la cual es importante determinar si existe un enlace entre género y pobreza. El Observatorio de Igualdad de Género (OIG) de la CEPAL, calcula el índice de feminidad en hogares pobres en el cual un valor superior a 100 indica que la pobreza afecta en mayor grado a las mujeres que a los hombres. El dato para Bolivia es de 114,3, lo que indica que efectivamente las mujeres son más pobres. Por esta razón, el presente trabajo tiene el objetivo de determinar si las dinámicas (transiciones dentro y fuera de la pobreza) de las mujeres son diferentes a las de los hombres, para así comprobar si existe feminización de la pobreza en Bolivia.
A pesar de que en Bolivia existen avances en cuanto a la disminución de la pobreza, el dato estimado por el OIG muestra que no necesariamente estos avances son iguales entre hombres y mujeres. Por esta razón, la hipótesis que se plantea es que existen diferencias en la pobreza de acuerdo a género, es decir, que hombres y mujeres tienen distintas dinámicas de pobreza.
Para indagar si existe feminización de la pobreza en Bolivia, se emplea la metodología de paneles sintéticos no paramétricos, propuesta por Dang et al. (2014) técnica que usa datos de corte transversal de diferentes años para crear un pseudo panel de datos. Los supuestos acerca de la correlación entre los ingresos de los hogares permiten la estimación de un límite superior y un límite inferior de las transiciones de la pobreza, los cuales son mostrados en diferentes matrices de transición como resultados principales. Para la construcción de los paneles sintéticos se utilizan las Encuestas de Hogares (EH) publicadas anualmente por el Instituto Nacional de Estadística (INE), correspondientes a los años 2013, 2015 y 2017. Se toma como año de referencia el 2013 y se realizan las estimaciones para un periodo corto (2013-2015) y uno largo (2013-2017). Las matrices de transición resultantes se presentan para el total de la población y a nivel desagregado por el sexo del jefe de hogar.
El documento está estructurado como sigue: en la siguiente sección se presenta una detallada revisión de literatura acerca de los tópicos de pobreza y género; en la sección III se explica la metodología empleada; la sección IV muestra las matrices de transición calculadas y desarrolla los resultados encontrados; finalmente, la sección V expone las conclusiones de la investigación.
II. Pobreza desde una perspectiva de género.
La pobreza puede llegar a afectar de distinta manera a diversos grupos, dado que algunos son más vulnerables que otros. El análisis de la pobreza desde una perspectiva de género permite entender cómo este fenómeno afecta de distinta manera a hombres y mujeres (Bastos et al., 2009). De acuerdo con Godoy (2004) ligar pobreza (medida tradicionalmente como la falta de ingreso) y género (que es la construcción cultural de diferencias entre hombres y mujeres) es entender que las mujeres muchas veces son más vulnerables que los hombres. Por otra parte, muchas mujeres enfrentan costos monetarios y no monetarios para alcanzar un mínimo de buenas condiciones de vida, los cuales no son analizados o descritos en los estudios de pobreza por sí solos.
De la importancia de combinar los dos conceptos es que nace el término 'feminización de la pobreza'. Este concepto fue acuñado en 1978 por Diane Pearce, en un estudio que evidencia patrones de género en la evolución de las tasas de pobreza de Estados Unidos. Como analiza más adelante Peterson (1987), el concepto va ligado a un cambio dramático en la composición de la población pobre, ya que durante la década de los 80 el porcentaje de hogares pobres liderados por mujeres era tres veces mayor que el de los hogares pobres liderados por su contraparte.
Pearce (1978) propone dos conceptos para abordar la feminización de la pobreza: el primero se refiere a un incremento de las mujeres entre los pobres, y el segundo a un incremento de los hogares encabezados por una mujer entre los hogares pobres1; de esta forma buscaba aproximar el término a un análisis entre grupos. Estas dos conceptualizaciones sirvieron para comenzar a estudiar este fenómeno.
Medeiros y Costa (2008) dan una definición aún más precisa sobre feminización de la pobreza, indicando que es el incremento en los niveles de pobreza entre hogares encabezados por mujeres respecto a hogares encabezados por hombres, existiendo una discriminación de género que determina diferentes niveles o tasas de pobreza. De esta manera, los autores conciben el término como un concepto relativo que compara la situación de la mujer y el hombre.
Moheyuddin (2005), a partir de una perspectiva de equidad de género, afirma que analizar pobreza y género permite entender que las mujeres no gozan de las mismas oportunidades y opciones de vida para generar ingresos que los hombres. Chant (2003) establece que estudiar la pobreza desde una perspectiva de género permite abstraer nuevas ideas para una mejor comprensión del fenómeno:
i. Permite una desagregación por género de los principales indicadores de pobreza normalmente usados para el análisis del fenómeno social.
¡i. Deja entender que no todos los hogares tienen una distribución similar de recursos y que esta desigualdad se agrava según sea el sexo del jefe de hogar.
Existen otros autores quienes consideran que la pobreza asociada a género es un resultado de otras desigualdades generales que sufren las mujeres (Bradshaw et al. 2017) o producto de las brechas de género, consecuencia del acceso desigual a oportunidades económicas (UNDP, 1995). Es así que Bentley (2004) subraya que la cuestión principal de la feminización de la pobreza no es necesariamente el número de mujeres pobres (esto sirve como una idea de lo que sucede) sino la severidad y las dificultades que enfrentan, como las pocas oportunidades laborales y un acceso limitado a bienes, por lo que son más propensas a sufrir marginaciones.
Mientras Ruspini (1996) expresaba algunas razones sociales2 para explicar por qué las mujeres son la mayoría entre los pobres, Peterson en 1987 explicaba algunas razones feministas para entender la existencia de la feminización de la pobreza. La autora establece tres motivos: el primero, ligado a la estructura familiar; el segundo, a la participación femenina en el mercado de trabajo; y el último, a los programas de transferencias. Elmelech y Lu (2004) coinciden en establecer que las causas principales se dan en dos marcos referenciales: el primero se basa en la teoría neoclásica de capital humano, que explica que las diferencias educativas generan habilidades distintas para hombres y mujeres y que, a la par, serán retribuidas de manera diferente en el mercado laboral; el segundo está relacionado a una perspectiva demográfica, enfatizando los cambios que existen en la estructura familiar y las diferencias de roles en los hogares.
Respecto a la primera explicación, varios autores indican que el rol de la mujer dentro de la fuerza de trabajo generará una menor percepción de ingresos y, como consecuencia, una situación más vulnerable a la pobreza. Belzenugui et al. (2013) señalan que los trabajos a los que acceden las mujeres requieren una menor especialización, por lo que el ingreso percibido en dicha actividad será menor. Sin embargo, también identifican que mujeres con un mayor nivel educativo y con trabajos a tiempo completo, perciben un ingreso que las hace menos vulnerables.
Orozco (2007) indica que las mujeres necesitan un trabajo que les permita continuar con sus labores del hogar como cuidar a sus hijos, entre otras, por lo cual obtienen trabajos con baja remuneración, inestables y sin beneficios sociales. En la misma línea, Rogan (2016) enfatiza que la habilidad que obtienen las mujeres por medio de la educación es diferente a la de los hombres, por lo cual no tendrán la posibilidad de transformar recursos en funciones. Es decir, sus habilidades no serán correctamente retribuidas en el mercado laboral, alcanzando una menor inserción laboral o trabajos con ingresos bajos.
Respecto a la segunda explicación, se establece que las mujeres tienen una distribución desigual de tareas y de recursos dentro del mismo hogar. Muchas mujeres quedan relegadas a tareas de cuidado de los hijos u otras labores domésticas. No existe solidaridad para que puedan usar su tiempo en labores productivas y quedan marginadas a labores reproductivas, con lo cual quedan en una situación de dependencia, lo que implica que no existirá una distribución igual de recursos entre hombres y mujeres dentro de los hogares. (Orozco, 2007; Chant, 2003; Godoy, 2004).
Existen autores que unen ambas explicaciones en una sola como una causalidad consecutiva por la cual las mujeres son más pobres. Bradshaw et al. (2017) explican que las diferencias de género en la pobreza son producto de que las mujeres, al tener mayor número de obligaciones en el hogar, acceden al mercado laboral en busca de empleos con poca carga horaria. Asimismo, los empleadores sienten que las mujeres, por el tiempo que requieren para su hogar, no rendirán de igual forma en el trabajo, por lo que estas encontrarán trabajos de baja remuneración y en el sector informal. Esta causalidad se puede resumir en lo siguiente: la distribución de recursos y roles dentro del hogar no es igual, por lo que la mujer tendrá menor tiempo para educarse, lo que genera una brecha educativa que se traduce en menor productividad y salarios más bajos en el mercado laboral; la menor productividad lleva a la mujer al desempleo o a encontrar trabajos precarios y temporales (Bastos et al., 2009).
II. 1. Jefatura del h ogarpara el an álisis de lafemin ización de la pobreza
De acuerdo a Milazzo (2015) la pobreza puede afectar a los hogares de manera diferente según el sexo de la cabeza del hogar y su estado civil. La literatura que aborda la feminización de la pobreza, tradicionalmente la mide comparando las unidades familiares de acuerdo al sexo del jefe del hogar. Esta es una aproximación que se usa porque los datos normalmente están disponibles a nivel hogar (Bradshaw et al, 2017). Por otra parte, esto permite observar el estatus socioeconómico de grupos específicos que son vulnerables, como las mujeres y sus familias, dado que, como se explicó antes, éstas ganan menores ingresos y enfrentan una mayor discriminación en diferentes esferas como el mercado laboral, lo que a su vez se asocia a entender las relaciones de dependencia que existen con sus hijos dentro del hogar (Chant, 2003; Godoy, 2004).
Como explican Medeiros y Costa (2008) la feminización de la pobreza es estudiada a través del análisis del incremento de hogares encabezados por mujeres dentro del conjunto de hogares pobres, en relación con sus pares encabezados por varones, como una aproximación de pobreza entre grupos. Sin embargo, como identifica Liu et al. (2017) normalmente se toma como jefe de hogar a la persona auto declarada, lo que no necesariamente refleja quién está realmente a cargo del hogar o reconocida en ese rol por todos los miembros del hogar, situación que puede afectar el resultado del hogar en la pobreza.
Quisumbind et al. (1995) señalan que las medidas de pobreza son sensibles a la definición que se haga de la jefatura de hogar. Según estos autores el problema es que la responsabilidad reside en el hombre, tradicional y culturalmente. Por otra parte, en muchas encuestas se toma a las mujeres como cabezas de hogar en los casos en los que el esposo está ausente o en los que no hay una figura masculina presente. Para evitar esta clase de sesgos, ellos proponen diferentes maneras de definir este concepto. Rogan (2013) establece que si la cabeza del hogar representa la principal fuente de ingresos o la persona que toma decisiones, entonces el análisis de pobreza basado en el sexo del jefe de hogar puede ser usado como indicador de diferencias de género en ingresos. El autor explica que se puede determinar este criterio a partir de dos grandes dimensiones: i) la composición demográfica y ii) la contribución económica. La primera está directamente relacionada con la estructura del hogar, y la segunda con el aporte de recursos al hogar.
Siguiendo ambos trabajos, se identifican las siguientes aproximaciones para definir la jefatura del hogar:
i. Según el estatus laboral, será cabeza de hogar aquel miembro que tenga mayor carga de actividades para la generación de ingreso (llamado "working-head' por los autores).
ii. Según los ingresos, será aquella persona que contribuya con el monto más alto al ingreso líquido del hogar (denominado "cash-head').
iii. Una categorización basada en criterios demográficos identifica como jefe de hogar según sea la presencia, tanto del varón como de la mujer en el hogar, o si solo existe la presencia de un adulto femenino sin la presencia de varones en el hogar.
iv. Una última alternativa, utilizada para determinar sólo la jefatura femenina del hogar, es identificar jefaturas cíe facto y de jure. La primera considera a las cabezas que son auto-declaradas, y la segunda toma en cuenta a las mujeres que son jefas de hogar porque son viudas o no casadas.
II.2. Importancia de observar dinámicas en el estudio de feminización de la pobreza
Las medidas tradicionales de pobreza analizan el fenómeno en un determinado punto del tiempo, es decir, realizan un análisis estático que no permite analizar el proceso por el cual diferentes hogares o individuos entran y salen de la pobreza. Como resaltan Rashid y Cyprian (2011), las mujeres están profundamente incrustadas en el ciclo de pobreza debido a las carencias que tienen. Sin embargo, muchos de los trabajos de feminización de la pobreza son estáticos y no permiten observar estos ciclos. Incorporar un análisis dinámico al estudio de la feminización de la pobreza permite analizar las características que llevan a un hogar liderado por una mujer hacia la pobreza (Chant, 2003). Además, de acuerdo a Bastos et al. (2009) una aproximación dinámica es requerida para identificar patrones de movilidad y persistencia entre hombres y mujeres dentro de la pobreza.
Murphy (2015), señala que los métodos de conteo de pobreza fallan en capturar la naturaleza dinámica de este fenómeno. Explica que la pobreza es un constante flujo de entradas y salidas, por encima y por debajo de un umbral, lo que indica la movilidad de un sector de la población. De acuerdo a estas transiciones se identifican dos formas de privación: la transitoria y la estructural. Asimismo, la autora critica que la pobreza se analice como un stock y que no se observen los movimientos entre categorías de "pobre" y "no pobre"; consecuentemente no se estudian los flujos entre estas categorías. Esto cobra mayor relevancia cuando se hacen comparaciones entre grupos. En estudios de género, dadas las diferencias que pueden existir entre mujeres y hombres, hacer una distinción de sus tendencias y flujos dentro de la pobreza es importante para conocer el grado de privaciones que sufre cada grupo.
II. 3. Estudios previos en la línea de estudio
Para la región latinoamericana, los trabajos que analizan, en conjunto, género y pobreza, en su mayoría están centrados en estudiar la realidad de Centroamérica, aunque existen dos trabajos que incluyen a Bolivia en sus análisis.
Uno de los primeros trabajos en esta temática es el de Cortés (1997) para México, en el cual muestra que las causas de la pobreza en los hogares están asociadas a factores socio-económicos. El autor incluye la perspectiva de género en su estudio, utilizando el sexo del jefe del hogar ya que, según él, a pesar de que dos hogares tengan idénticas condiciones, se esperaría que el que esté encabezado por una mujer, tenga mayor probabilidad de no ser pobre por un mejor uso de recursos. Sin embargo, también es consciente de que, de acuerdo a la corriente feminista, las distintas formas de discriminación que sufren las mujeres pueden llevar a un resultado contrario. Utilizando un modelo probabilístico, encuentra que el sexo del jefe del hogar efectivamente es importante para determinar si un hogar es pobre, dado que los hogares con jefatura femenina tienen una probabilidad más baja de estar en el segmento más pobre de la población.
Otro estudio para Centroamérica corresponde a Chant (1997) en el cual concluye que en México y Costa Rica no existe una situación desfavorable para hogares con jefatura femenina, incluso encuentra que, en algunos casos, el hecho que una mujer esté a cargo es un aspecto positivo. Fuwa (2000) en su estudio para Panamá, establece que existen tipos de hogares liderados por mujeres que pueden ser más pobres que otros. Estos hogares desagregados por aporte económico, muchas veces están mejor situados que los de sus pares varones. Por otra parte, las unidades que presentan mayor desventaja son aquellas en las que la conductora del hogar no tiene pareja.
Un estudio más reciente es el de Liu et al. (2017) que compara hogares dirigidos por mujeres en 14 países de Latinoamérica. Para esta investigación, no toman en cuenta sólo la pobreza monetaria sino también las condiciones de vida. Los autores encuentran que existe una relación mixta entre género y pobreza. En ocho de los países estudiados (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Panamá, Uruguay y Venezuela) los FHH tienen condiciones más pobres que los MHH. Mientras que en cuatro (Ecuador, México, Nicaragua y Paraguay) no encuentran diferencias significativas entre ambos tipos de hogares. Por otro lado, en dos países (Perú y El Salvador) hallan que los FHH están en mejor posición que los MHH, es decir, tienen mejores condiciones de vida.
Existen dos trabajos que muestran evidencia para Bolivia. El primero fue realizado por Chant (2008) en el que estima que en Bolivia el porcentaje de varones por debajo de la línea de pobreza es 48,6% y el de mujeres es 48,2%, situación que muestra una proporción similar. Dentro del grupo de las mujeres, la proporción de pobres es 18,9% y de no pobres es 20,7%. El segundo estudio es el de Medeiros y Costa (2008) en el que no se constata la existencia de feminización de la pobreza en los países latinoamericanos. Para Bolivia demuestran que la tendencia de pobreza es estable y que no existe ninguna desventaja para las mujeres, es decir, que no hay indicios de que los hogares encabezados por mujeres sean más pobres que sus contrapartes varones.
En cuanto al estudio de las dinámicas de la pobreza en Bolivia, existen algunos trabajos que las analizan a partir del concepto de movilidad social, examinando los factores que pueden influir en que los pobres se muevan a estratos de ingresos más altos. Todos estos estudios muestran que la movilidad en Bolivia fue baja a principios de la década del 2000 (Andersen, 2001; Andersen, 2003; Mercado y Leitón-Quiroga, 2009). Sin embargo, publicaciones más recientes como la de Andersen (2010) señalan que la movilidad social en Bolivia finalmente mejoró en los años posteriores.
Entre los estudios para Bolivia que emplean paneles sintéticos (pseudo paneles) se encuentra el de Ferreira et al. (2012) para el Banco Mundial, en el cual se determina que 65% de la población no cambió su situación respecto a la pobreza y un 6% salió de la misma, resultado importante en relación a la presente investigación. Otro documento que emplea pseudo paneles es el de Vakis et al. (2015) en el que los autores demuestran que no existen grandes diferencias en las dinámicas de los pobres. Por último, el PNUD (2016) usa la misma técnica para construir la pirámide social de ingresos en Bolivia, con la que comprueban que un gran número de personas salió de la pobreza, resaltando los avances en la disminución de la misma.
III. Marco metodológico
Para estimar las dinámicas de la pobreza se requiere encontrar las siguientes probabilidades:
donde:
yi1 = Ingreso del hogar i en la primera ronda de encuesta
yi2= Ingreso del hogar i en la segunda ronda de encuesta
Z1= Línea de pobreza en la primera ronda de encuesta
z2= Línea de pobreza en la segunda ronda de encuesta
La ecuación (1) corresponde a movimientos fuera de la pobreza, las ecuaciones (2) y (3) corresponden a la inmovilidad de la pobreza, y la ecuación (4) corresponde a movimientos hacia la pobreza. Estas probabilidades permiten diferenciar hogares crónicamente pobres (ecuación 2), transitoriamente pobres (ecuaciones 1 y 4), y los que nunca fueron pobres (ecuación 3). El principal problema es que en Bolivia no existen datos de panel del ingreso para el periodo de estudio, por lo tanto, no se puede estimar dichas probabilidades directamente. Por esta razón, se elaboraron paneles sintéticos siguiendo a Dang et al. (2014) donde se utilizan datos de corte transversal de, por lo menos, dos rondas de encuestas para hacer proyecciones del ingreso de hogares con características similares.
La metodología supone una estructura lineal de la proyección del ingreso, que está dada por:
para el periodo 2.
donde:
xi1= Vector de características del hogar i en el periodo 1
εi1 = Término de error en el periodo 1
xi2 = Vector de características del hogar i en el periodo 2
εi2 = Término de error en el periodo 2
El vector xi,t contiene características del hogar observadas en ambos periodos de análisis. Un requerimiento importante es que estas no varíen con el tiempo. De esta manera se pueden incluir características del hogar o del jefe de hogar con la condición de que permanezcan constantes en el periodo de medición (como sexo, lugar de nacimiento, etc.) Este vector también puede incluir características que varían con el tiempo si es que se realizan preguntas retrospectivas acerca de las mismas. Por ejemplo, se puede incluir la ocupación del jefe de hogar en el primer año si en los años siguientes se pregunta cuál fue su ocupación en ese periodo.
De esta manera, se puede reescribir la ecuación (1) como:
La probabilidad depende de la correlación entre los errores εi1 y εi2. Dado que no se cuenta con datos de panel y, por lo tanto, no se conoce ese valor, no se puede obtener la estimación puntual de la movilidad de la pobreza. Sin embargo, se pueden encontrar intervalos de confianza asumiendo que la correlación toma el valor de cero o de uno.
Límite superior
Para encontrar el límite superior de la movilidad de la pobreza, se asume que los términos de error son completamente independientes, es decir, que la corr(εi1,εi2) = 0. De esta forma se puede estimar el ingreso de los hogares del periodo dos, para el periodo 1 utilizando los parámetros estimados de la ecuación (5), las características de los hogares en el periodo dos, y generando los errores mediante bootstraping, tomando una muestra aleatoria con reemplazo de los errores del periodo 1 para cada hogar del periodo 2. Formalmente:
donde:
= Limite superior del ingreso del hogar i del periodo 2, para el periodo 1
= Parámetros estimados de la ecuación del ingreso del periodo 1
= Error del hogar i del periodo 2 tomado de la distribución de errores de la ecuación del ingreso del periodo 1
Luego se estiman las ecuaciones (1) a la (4), se repite el procedimiento R veces y se toma la media de todas estas repeticiones para encontrar el límite superior.
Límite inferior
Para el límite inferior se asume que los términos de error son completamente dependientes, es decir, se asume una corr(εi1,εi2) = 1. Como la correlación es perfecta, se pueden utilizar los errores del periodo 2, haciendo un ajuste como sigue:
donde:
= Límite inferior del ingreso del hogar i del periodo 2, para el periodo 1
= Parámetros estimados de la ecuación del ingreso del periodo 1
γ = Término de ajuste, que es igual
= Término de error de la distribución de errores del periodo 2
III. 1. Datos
Para la elaboración de los paneles sintéticos se utilizaron tres rondas de las EH, correspondientes a los años 2013, 2015 y 2017. Estas encuestas son elaboradas por el INE, y son representativas a nivel nacional, tanto en el área urbana como en el área rural y en los nueve departamentos.
Un aspecto importante es la definición del jefe de hogar. Debido a los problemas identificados en la revisión de literatura, se estableció como cabeza al individuo que aporta con el mayor monto al ingreso del hogar (cash-head), salvo en los casos en los que este es soltero o en los que su ingreso es igual al de su pareja. En estas situaciones se utilizó el jefe de hogar auto declarado. De esta manera se dividieron los hogares de acuerdo al sexo del jefe de hogar para aproximar las diferencias en la pobreza por género3.
Se tomó como muestra los hogares cuyo jefe de hogar se encontraba entre 25 y 60 años en 2013 (haciendo los ajustes pertinentes para los años siguientes). De esta manera los dos principales supuestos de la metodología se satisfacen adecuadamente4.
Como medida del ingreso se utilizó el ingreso per cápita del hogar, reportado en las EH. Para el umbral de pobreza se empleó la línea de pobreza moderada estimada por el INE, que toma diferentes valores según departamento y área de residencia5. Las características de los hogares que se tomaron en cuenta se describen en el Apéndice D.
IV. Resultados.
En esta sección se presentan las diferentes matrices de transición calculadas en base al panel sintético6 para la población total y su respectiva desagregación por el sexo del jefe de hogar. En cada caso se exponen las estimaciones del límite superior (asumiendo una correlación igual a 0) y del límite inferior (asumiendo una correlación igual a 1)7.
IV. 1. Transiciones para la población total
En primer lugar, se analiza la matriz de transición para el total de la población, con el objetivo de tener un panorama de las dinámicas de la pobreza a nivel general:
Los resultados para la población total, entre 2013 y 2015, muestran que una gran proporción de hogares se mantuvo fuera de la pobreza. Entre el 46,8% y el 62,79% no fue pobre en ninguno de los años del periodo. Este resultado confirma los avances en la disminución de pobreza en Bolivia. Sin embargo, también existe un porcentaje de hogares que no pudo salir de la pobreza, catalogado como el conjunto de pobres crónicos. Esta proporción se encuentra entre 18,71% y el 32,67%. Si bien estos valores son menores a los analizados previamente, siguen siendo considerables, ya que en este segmento se encuentran las personas con peores condiciones de vida de la población.
Existe también otro grupo de hogares transitoriamente pobres, conformado por los que eran pobres en el año inicial y dejaron esta condición en el año final (salidas de pobreza), y viceversa (entradas en la pobreza). Los hogares que salieron de la pobreza se encuentran entre 4,02% y 20,01%, mientras que los hogares que entraron en esta condición van de 0,51% a 14,46%. En comparación con las dos anteriores categorías, esta representa una menor proporción de la población, lo que evidencia poca dinámica de la pobreza en Bolivia.
En el segundo periodo (2013-2017) se tienen resultados similares. La proporción de hogares, que en ninguno de los dos años fue pobre, es mayor que en las demás categorías, alcanzando un rango de 48,89% a 63,8%. En comparación al anterior periodo analizado, estas cifras son mayores.
De la misma forma, existen menos hogares crónicamente pobres, que representan entre 17,35% y 29,88%. Estos valores son menores en relación al periodo 2013 a 2015, lo que indica una situación favorable, considerando que es deseable una menor permanencia en la pobreza.
En cuanto a pobres transitorios, se tiene una tendencia similar en ambos periodos, mientras que la proporción de personas que salieron de la pobreza muestra un ligero aumento, encontrándose entre 4,92% y 19,83%; los hogares que entraron a una situación de pobreza, llegaron a representar entre 1,4% y 13,92% del total.
De manera general, ambos periodos muestran resultados similares: existe una mayor cantidad de hogares que no caen en pobreza en relación a los que permanecen en esta condición, y un porcentaje mucho menor de hogares que se mueven entre estados de pobreza y no pobreza. La diferencia radica en que en el periodo más corto (2013-2015) existe una mayor cantidad de hogares crónicamente pobres y una menor proporción de hogares no pobres. Es decir que a medida que pasa el tiempo, los hogares tienen mayores posibilidades de mejorar sus condiciones. Lo que permanece constante en ambos periodos, es que la menor parte de los hogares tiene transiciones alrededor de la línea de pobreza.
IV.2. Transiciones según sexo del jefe de hogar.
La desagregación de hogares por sexo del jefe de hogar muestra que, tanto hogares liderados por hombres como hogares liderados por mujeres, siguen tendencias similares a las de la población total, pero los últimos se encuentran en mejores condiciones. Es así que se evidencia que, en ambos periodos, las mujeres representan una mayor proporción entre los hogares que nunca fueron pobres y una menor proporción de los pobres crónicos.
La proporción de hogares encabezados por una mujer es mayor que la de los hogares encabezados por un hombre, entre la población que se mantuvo fuera de la pobreza en ambos periodos. De 2013 a 2015, representaron entre el 66,45% y 52,05%, y de 2013 a 2017 constituyeron cerca de 65,71% y 50,67%. Mientras que los hogares masculinos se encontraron entre 60,95% y 44,73% en el primer periodo, y entre 62,52% y 47,96% en el segundo (Tabla 2). Es importante destacar que los hogares cuyo jefe de hogar es una mujer, incluso se situaron por encima de las cifras de la población total, lo que implica que este tipo de hogares están en una mejor situación que todos los demás.
Los resultados encontrados para la pobreza crónica muestran que los hogares encabezados por un hombre se encuentran en peor situación en ambos periodos. El porcentaje de estos hogares, entre 2013 y 2015, va de 34,28% a 20,58%, mientras que los hogares encabezados por una mujer representan entre 27,06% y 13,61%. Este contexto no varía para las transiciones de 2013 a 2017, ya que los hogares masculinos representan un mayor porcentaje de pobres crónicos que los hogares femeninos. Tomando en cuenta únicamente la estimación del límite superior, los primeros se encontraron casi 3 puntos porcentuales por encima de los segundos.
En cuanto a la pobreza transitoria, no existen grandes diferencias en la desagregación por sexo en ninguno de los dos periodos analizados. Las transiciones son similares a las de la población total, con la particularidad de que en el límite inferior de la transición fuera de la pobreza, los hogares liderados por mujeres se encuentran 2,5 puntos porcentuales por encima de los hogares liderados por hombres. Esto refuerza la idea de que los hogares dirigidos por mujeres se encuentran en una situación más favorable que la de los hombres.
V. Conclusiones.
Los resultados de la investigación muestran que en Bolivia no existe evidencia suficiente para probar que los hogares encabezados por mujeres están en una condición desfavorable en comparación a los hogares liderados por varones. Como consecuencia no se puede afirmar que en Bolivia existe 'feminización de la pobreza', con lo cual se rechaza la hipótesis de la presente investigación. Este resultado va en línea al encontrado en Medeiros y Costa (2008), confirmando el hecho de que pertenecer a un hogar encabezado por una mujer no empeora la situación de sus miembros.
El estudio demuestra, por el contrario, que las mujeres siguen trayectorias estables, situándose fuera de la pobreza en una mayor proporción. De hecho, su situación es mejor que la de los varones y la de la población en general, lo que sugiere que las mujeres podrían estar administrando de una mejor forma o con mayor eficiencia los recursos dentro de sus hogares. Estos hallazgos se confirman al observar la dinámica de la pobreza de las mujeres, ya que existe un mayor número de hogares que salió de la pobreza.
Esta situación también se constata para hombres, y para la población en general, lo que refuerza la idea de los importantes avances que hay en Bolivia en la reducción de pobreza, pues gran proporción de la población se encuentra fuera de la pobreza y además existe una proporción de hogares que logra salir de la misma, lo que se comprueba tanto en el periodo corto como en el periodo largo. Por esta razón, se puede establecer que a largo plazo existe una gran probabilidad de que las personas permanezcan fuera de la pobreza o salgan de esta.
Si bien se confirman estos avances, existen esfuerzos por ahondar, ya que todavía existen hogares que no pueden salir de la pobreza y algunos que caen en esta condición. El estudio de los factores que hacen que estos hogares permanezcan en esta situación sería útil para la elaboración de políticas adecuadas que permitan aliviar la pobreza en los segmentos más afectados de la población.
En cuanto a los resultados del trabajo en torno a la feminización de la pobreza, se recomienda estudiar de manera más profunda las razones por las cuales las mujeres se encuentran en una situación favorable respecto a sus pares. En particular, es importante determinar si este contexto es resultado de políticas de equidad de género o únicamente del esfuerzo de las mujeres por llevar adelante sus hogares, debido a que la literatura muestra que todavía existen brechas de género en el ámbito laboral y que las mujeres siguen siendo las principales encargadas del trabajo doméstico y de cuidados dentro de sus hogares.
Notas
1 En la literatura se usa el término en inglés, Female Household Head, o por sus siglas FHH, que describe a los hogares encabezados por una mujer, y MHH que se refiere a Male Household Head u hogares cuyo jefe de hogar es un varón.
2 Las cuales son el limitado acceso a recursos, como los sistemas de protección social, la división sexual del trabajo de los sistemas del mercado de trabajo y las jerarquías sociales dentro del hogar.
3 La distribución de los hogares para cada año se encuentra en el Apéndice A.
4 Los supuestos se detallan en el Apéndice B.
5 Los valores de la línea de la pobreza se encuentran en el Apéndice C.
6 Los resultados de las regresiones se encuentran en el Apéndice E.
7 Upper Bound y Lower Bound respectivamente, de acuerdo a la literatura.
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Apéndice
Apéndice B: Supuestos de paneles sintéticos
La metodología propuesta por Dang et al (2014) se apoya en dos supuestos:
Supuesto 1: La población de la que se saca la muestra es la misma en todas las rondas. Esto quiere decir que los hogares no cambian con el tiempo. El supuesto 1 implica que los hogares de características similares habrían logrado los mismos niveles de consumo a lo largo de los años. Con esto se asegura que las variables que no varían en el tiempo, hasta el periodo 2, se pueden usar para predecir el ingreso en el periodo 1.
Supuesto 2: La correlación entre los términos de error εi1 y εi2es no negativa.
Se espera que este supuesto se aplique en la mayoría de los casos, ya que generalmente, los shocks al ingreso tienen el mismo efecto en el periodo t y en los años posteriores t+i. Además, los factores que conducirían a una correlación negativa no se aplican a toda la población al mismo tiempo. Por ejemplo, pueden existir hogares que disminuyan el consumo de un año para ahorrar y consumir más en el siguiente periodo, pero esto no se da simultáneamente en todos los hogares.