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Estudios Bolivianos
versão impressa ISSN 2078-0362
Estudios Bolivianos n.22 La Paz jun. 2015
INVESTIGACION
Imaginario y nación en la crítica literaria de la Novela Juan de la Rosa (1885) de Nataniel Aguirre
Imaginary and nation in the literary criticism of the novel Juan de la Rosa (1885)
Martín Mercado1
Este artículo se entregó para su revisión en abril y fue aprobado en mayo de 2015.
Resumen
La novela Juan de la Rosa. Memorias del último soldado de la Independencia (1885) de Nataniel Aguirre presenta una robusta tradición de crítica literaria. Gran parte de esa crítica ha venido utilizando desde hace tres décadas atrás los términos "imaginario" y "nación" como herramientas o coordenadas de interpretación de esa novela. Este artículo comienza presentando la novela de Aguirre. Después expone cómo la crítica literaria utilizando los términos "imaginario" y "nación" ha producido una valoración negativa de esa novela. En tercer lugar, se propone que esa valoración negativa de la novela está determinada, en cierta medida, por la ausencia de la dimensión emancipatoria que Castoriadis propuso en su concepto de "imaginario".
Palabras clave: Juan de la Rosa //Imaginario // Nación // Emancipación.
Abstract
The novel Juan de la Rosa. Memorias del últimos soldado de la independencia (1885) of Nataniel Aguirre presents a big tradition of literary criticism. The most part of that criticism has used since three decades ago the terms "imaginary" and "nation" as interpretation tools or bearings of the novel. This article begins presenting Aguirre's novel. After that it refers about how the literary criticism using the terms "imaginary" and "nation" has produced a negative appreciation of the novel. In the third place, it is proposed that the negative appreciation is determined by the absence of "emancipation" that Castoriadis has suggested in his "imaginary" concept.
Keywords: Juan de la Rosa // Imaginary // Nation // Emancipation.
1. Introducción
Hace ya 130 años la novela conocida como Juan de la Rosa. Memorias del último soldado de la independencia (en adelante JDR) fue publicada en 1885 en dos ediciones. Primero por entregas en formato de folletín en el periódico El Heraldo de Cochabamba2. Después, por ese periódico, en formato de libro, el 14 de septiembre del mismo año. La novela narra desde una perspectiva autobiográfica el proceso de las primeras luchas por la independencia boliviana. La narración inicia con una carta en la que el retirado coronel Juan de la Rosa y su familia festejan el aniversario de la batalla de Aroma. Tras una pequeña discusión entre los esposos, el anciano coronel decide publicar sus memorias. En ellas relata cómo presenció, y en cierta medida participó, de esas batallas. La narración entrelaza la complejidad del proceso de independencia (la injusticia colonial y la lucha de los patriotas) con la impotencia de un niño huérfano que trata de comprender esos sucesos políticos y el misterio que nubla el desconocimiento de su ascendencia paterna tras la muerte de Rosa, su madre. La novela termina cuando el pequeño cierra los ojos de su fallecido padre3.
Esta novela ha permitido la producción de una robusta tradición de crítica literaria. Gran parte de esa crítica ha venido utilizando los términos "imaginario" y "nación" como herramientas o coordenadas de interpretación. El presente artículo expone cómo las diversas interpretaciones basadas en la relación de esos dos términos han producido una valoración negativa de esa novela. Esa exposición permite cumplir el objetivo doble del artículo propuesto; por una parte, continuar un esbozo de la historia de la crítica literaria boliviana -iniciado en un artículo anterior (Mercado V., 2014)4- y, por otra, exponer un contexto de interpretación dentro del cual la novela de Aguirre pueda ser valorada de un modo menos pesimista. A continuación se expondrán las críticas literarias que hayan tenido en cuenta de manera central los términos "imaginario" y "nación" (2), para finalmente presentar el contexto en el que la novela de Aguirre se presenta como una respuesta innovadora y positiva al problema de lo nacional (3).
2. Las interpretaciones más importantes de imaginario y nación en la novela
A continuación se exponen las interpretaciones más importantes que toman en cuenta los términos imaginario y nación para abordar la novela Juan de la Rosa de Nataniel Aguirre. Esta exposición demuestra cómo la interpretación de la novela pasó de ser positiva a negativa en un lapso menor a ocho décadas.
a. Paz Soldán: la articulación simbólica de lo nacional y la imposición de un proyecto nacional en JDR
i. JDR como un proyecto positivo de articulación simbólica de lo nacional
La primera interpretación cercana al tema de la nación más que al del imaginario pertenece a Alba María Paz Soldán Una articulación simbólica de lo nacional en Juan de la Rosa de Nataniel Aguirre (1986)5. Según la investigadora, "La novela de Aguirre tiene como tema las peripecias de un niño huérfano durante una época que abarca desde la sublevación del 14 de septiembre de 1810 hasta el ataque de los ejércitos realistas que sufre la ciudad de Cochabamba el 27 de mayo de 1812" (Paz Soldán, 1986: 7). Según esta investigadora, las primeras interpretaciones de esta novela la consideran un "un modelo de patriotismo", por lo que para esos abordajes es imposible "distinguir los rasgos que presenta la imagen de lo nacional", por lo que "obstruyen la posibilidad de reconsiderar o replantear lo nacional". Así que el objetivo que ella se plantea es estudiar el modo en que en JDR la imagen de lo nacional se crea a partir de los recursos y rasgos culturales que la narración presenta.
En esta investigación la nación aparece relacionada con el ideal liberal de la patria que está representada por la imagen neoclásica de la "mujer de túnica vaporosa acostada sobre un león" que Juanito encuentra en el cuarto donde vivía Carlos, su padre. Según esta interpretación, Nataniel Aguirre articula símbolos de las culturas indígena y católica occidental. La investigadora afirma:
En resumen, el juego de las representaciones a lo largo de la novela articula textos de alianza/disyunción, que se inician a partir de dos mitos, el uno indígena y el otro católico occidental y acaban proyectando sus elementos en una imagen de patria para el futuro. Diacrónicamente se va de la conquista de lo indígena a la redención de lo indígena con el salto cualitativo que parece significar la Independencia. Ahora bien, vamos a proponer que estos sentidos, un tanto abstractos, derivados del valor simbólico de las representaciones constituyen la clave de la codificación simbólica de la novela (Ibíd.:47-8).
Esos dos mitos señalados por la intérprete corresponden con dos representaciones pictóricas, de la muerte de Atahuallpa la primera y de la Divina Pastora, la segunda; ambas presentes en el cuarto en que vivía Juanito y su mamá cuando este era niño. Para la intérprete, ambos cuadros presentan relaciones de vinculación y contraste. "Se vinculan en cuanto ambas tiene un carácter sagrado y un sentido mesiánico, pero se oponen en cuanto en una se acentúa el sentido de unión, y en la otra el de disyunción y pérdida" (Ibíd.: 35), según afirma.
Por otra parte, Paz Soldán resalta la presencia de un escudo de armas en la Casa de doña Teresa, personaje de la novela que resulta ser de la tía de Juanito. Ese escudo de armas tiene como imágenes centrales una Virgen y un toro. Interpretando la postura de Paz Soldán se podría afirmar que este escudo de armas es una ampliación del cuadro de la Divina Pastora en términos de contraste y com-plementariedad. "Evidentemente, no solo existe una perfecta simetría de oposición entre las características de Maternidad/Virilidad; femenino/masculino; caridad e inocencia/fuerza y poder de ambas representaciones sino que, también, esta virtual complementariedad queda marcada en la representación de la Divina Pastora" (Ibíd.: 37).
La intérprete añade otra ampliación simbólica, la de la muerte de Atahuallpa por la del Arcángel Miguel que también aparece en la casa de doña Teresa. "De esta manera, la imagen de San Miguel es un icono de la conquista y la imagen de Atahuallpa será por el contrario un icono de la resistencia" (Ibíd: 40). Según Paz Soldán, "podemos leer en este discurso de imágenes un mensaje que propone la alianza entre dos sectores disyuntivos. Una alianza que está referida a la patria", por lo que las ampliaciones simbólicas de los primeros cuadros permiten observar en la novela de Aguirre un intento de construcción de lo nacional como el producto de una alianza simbólica compleja de dos vertientes culturales distintas.
Por lo que la nación es una construcción realizada en base a los símbolos más representativos de ambas culturas. Esta articulación de los símbolos proyecta los elementos de una imagen ideal de patria basada en los presupuestos seculares del liberalismo. Al respecto la intérprete señala:
La patria y los mitos nacionales serán expresados, en concepto del narrador, a través de otros lenguajes seculares, por ejemplo el del arte. En efecto, a partir de la creencia en la fuerza de la historia, el liberalismo postulaba una secularización progresiva en todos los campos de la cultura. La misma novela Juan de la Rosa se constituye en un espacio de fundación de un lenguaje secular: la literatura nacional, que entre muchas posibilidades tiene la de proyectar y constituir una imagen de lo nacional. En resumen esta figura [se refiere a la de la túnica vaporosa] que representa la patria y como tal completa el texto de alianza patria, proyecta también una imagen y unas expectativas de la patria hacia el futuro (Paz Soldán: 40).
Como se puede apreciar, la interpretación de Paz Soldán propone que la novela crear una articulación simbólica entre lo indígena y lo occidental con la finalidad de proponer un ideal de patria. Además, esta articulación simbólica es valorada como un intento conflictivo, pero positivo, de resolver los conflictos culturares que aquejaban a los bolivianos del siglo XIX. Es digno de notar que pese a que no se utiliza el término imaginario, sí se recurre al término simbólico. En base a este término, lo nacional es interpretado como una construcción cultural que refleja ciertos ideales políticos, los del liberalismo.
ii. JDR como un proyecto negativo de imposición del imaginario liberal de nación
En 1987, Paz Soldán propone otra interpretación de la novela en la que su postura cambia, pues ya no considera que exista una articulación ciertamente horizontal de dos vertientes culturales, sino una jerarquización de esas dos tradiciones. Su segundo aporte titula "Narradores y nación en la novela Juan de la Rosa de Nataniel Aguirre".
En este segundo escrito, Paz Soldán afirma que JDR "más que ofrecer un informe sobre los hechos históricos de 1810, constituye un registro del modo especial en que se pensaba la nación boliviana y sus orígenes durante la época en que se escribe la obra" (Paz Soldán, 1897: 30). Además, Paz Soldán sostiene que JDR es una novela que posee la capacidad de ofrecernos "con especial detalle un corte del horizonte ideológico existente alrededor de Nataniel Aguirre respecto de los orígenes de la nación" y, consecuentemente, de la noción de libertad implícita en el mismo. Esto bajo el entendido de que la "ficción se constituye a partir del contexto cultural y discursivo que la rodea, de donde toma el material y lo articula bajo las condiciones del imaginario, que son quizá tan complejas como las que rigen lo real, pero diferentes" (Ibíd.: 32). Esta última afirmación queda más como una hipótesis que como una tesis argumentada.
Según Paz Soldán, JDR no tiene por tema central la representación de la "verdad histórica" como habrían señalado los primeros historiadores de la literatura boliviana. Pero tampoco de una "articulación simbólica" que logre aunar dos culturas distintas, sino de la creación ideológica de lo nacional que establece una jerarquía entre las culturas occidental e indígena. Para Paz Soldán, JDR presenta la construcción ideológica del proyecto nacional liberal que jerarquiza lo occidental por encima de lo indígena por medio de la homogeneización y subordinación narrativa, institucional y emocional.
Según la investigadora, la construcción ideológica de la novela JDR responde a los intereses y proyectos del partido liberal en Bolivia, del que Nataniel Aguirre era miembro. Según Paz Soldán, en las últimas décadas del siglo XIX el partido liberal tenía por objetivo principal la modernización del país. Este objetivo modernizador se enfrentaba a dos problemas: la existencia de comunidades y el pago de tributos por parte de los indígenas. Las comunidades eran vistas como una asociación arcaica de personas, por esa razón debían ser remplazadas por campesinos con derechos individuales y no comunitarios. Ese proceso ya había comenzado con las leyes de expropiación de tierras comunitarias instauradas bajo el gobierno defacto de Melgarejo. Esto incidía en el segundo problema, los tributos indígenas. Si las tierras ya no eran comunitarias, sino propiedad de individuos, ¿cómo mantener el tributo que esas asociaciones arcaicas pagaban y que eran un ingreso importantísimo para el estado boliviano? Estos dos problemas se traducían en las preguntas sobre el indio, ¿cómo integrarlos al proceso modernizador liberal?, ¿cómo comprenderlos? En una sola pregunta, ¿cómo incluirlos en la nación boliviana? La respuesta estatal fue destruir el derecho de propiedad comunitaria sobre las tierras para transformarlo en un derecho individual; con respecto al tributo, la solución fue crear un impuesto aplicable a todos los ciudadanos propietarios.
Según Paz Soldán, la respuesta de Aguirre fue brindar con JDR una narración en la que se construya ideológicamente un proyecto nacional en el que los indios quedasen articulados. Según la investigadora, esta articulación del indio dentro del proyecto nacional de JDR produce una homogeneización cultural que, sin embargo, resulta conflictiva. Paz Soldán dice al respecto:
A través de esta digresión [se refiere a la explicación del proyecto liberal y los dos problemas que enfrentaba] podemos señalar algunos puntos de contacto entre el proyecto de civilización que postula y "vive" Juan de la Rosa y otra manifestación del pensamiento político boliviano de fines del siglo XIX, el cual se materializó en las leyes mencionadas [la ley de Exvinculación, de 1874, y al pago del impuesto a la propiedad privada]. Ambos postulan la transformación del espacio y la cultura de Bolivia con excesiva fidelidad a un modelo proveniente de Europa. Es decir, pretenden insertar a la nación en una dinámica histórica con la que solo tenía en común tres siglos de pasado conflictivo, ignorando así la existencia real de las otras fuerzas históricas y su institucionalidad, que continuaban en acción. Son, pues, proyectos de homogeneización cultural que revelan una incapacidad de integrar efectivamente las formas culturales indígenas en lo nacional (Ibíd.: 30).
En este sentido, Paz Soldán afirma que JDR impone un proyecto nacional que corresponde al pensamiento liberal del siglo XIX. Pero, ¿qué recurso utiliza JDR para articular a los indios en la construcción ideológica de la nación? Según Paz Soldán, la articulación ideológica de la nación boliviana como una homogeneización cultural que se da como rechazo de lo indígena y de lo colonial se expresa por medio de los dos narradores de la novela, Juan de la Rosa y Fray Justo.
El primer narrador de JDR es el viejo coronel retirado Juan de la Rosa, el "último soldado de la independencia". Este personaje-narrador relata sus memorias, por lo que la novela se convierte en una autobiografía ficcional que se apoya en sucesos históricos. Paz Soldán destaca que el coronel Juan de la Rosa "cumple la función de sujeto del discurso narrativo. La historia de Juanito, el relato, es el objeto del discurso narrativo" (Ibíd.: 33). Por lo que la narración del coronel retirado se apoya tanto en la vivencia de la gestación de la nación como en el discurso del último testigo de esa gesta heroica. Según Paz Soldán, este "recurso y el del trasfondo histórico apelan a la verosimilitud y, al mismo tiempo, fundamentan cierto nivel de subjetividad o emocionalidad" (Ibíd.:31) que condiciona, circunscribe y valida el relato. Por lo que el narrador aparece como el único capacitado para reconstruir "el pasado de un pueblo que peleó por su libertad, insertando en [la narración de] esa lucha su vida personal" (Ibíd.: 34).
Juan de la Rosa es un viejo coronel retirado y casado que redacta sus memorias en su hacienda de Caracato con el objetivo de dar un mensaje a los jóvenes bolivianos. Si seguimos el razonamiento de Paz Soldán, Juan de la Rosa sería la representación del ciudadano liberal que encarna los valores auténticos de la gesta patriótica y de la nueva nación. En efecto, parece serlo, ya que Juan de la Rosa es un hombre letrado, casado y con propiedad privada. Por lo tanto, su perfil refleja los valores de la nueva nación basados en el estudio formal, la milicia, la familia y la propiedad privada no comunal. Todos estos son valores centrales dentro de la ideología liberal de su época ya que se centran en el individuo tributario y no el indio que vive en comunidad. Según la investigadora, esto hace de JDR una novela que proyecta el ideal liberal del ciudadano boliviano del siglo XIX por encima de las luchas e instituciones indígenas.
Ahora bien, este narrador se apoya en el discurso del narrador subordinado, pero importante, Fray Justo. Paz Soldán afirma que "Fray Justo tienen una voz propia, que existe diferenciada de la voz del narrador de primer nivel, y provee información que Juanito, el personaje-niño, irá asimilando verosímilmente a través del proceso de madurez por el que pasa en el curso del relato" (Ibíd.: 35). Esta voz propia lo convierte en el segundo narrador de la novela. Además, como indica la investigadora, este personaje "constituye el medio por el que se llegan a explicar y resolver los enigmas e incógnitas planteados en el desarrollo del relato". Al punto que Juanito, narrador principal, le llama su "maestro". Desde la perspectiva de Paz Soldán, Fray Justo juega un papel más importante que el hasta aquí descrito.
Según la autora, Fray Justo es el portador del proyecto original de nación ya que critica aquellos aspectos del poder colonial y la cultura indígena que no son aprovechables para la nueva organización política. Fray Justo critica la injusticia del poder colonial y el "salvajismo" de las culturas indígenas. Veamos brevemente cada una de estas críticas. Fray Justo denuncia la injustica colonial en el abuso de poder que esta ejercía sobre mestizos e indios, y en la organización de la familia basada en el mayorazgo. Fray Justo le explica a Juanito "los antecedentes de las luchas independentistas y delinea el proyecto de nación por el que se lucha" (Ibíd.: 36) para que el joven comprenda la injusticia que cometen los españoles al menospreciar a los criollos, sus propios hijos, a los mestizos y a los indios, "pobre raza conquistada" (Fray Justo citado por Paz: 36). Pero esa explicación también tiene el fin de dar a comprender a Juanito la dimensión histórica de la reivindicación independentista. Desde el punto de vista de Paz Soldán, al dar esta explicación histórica de la lucha independentista, Fray Justo parece proponer "una búsqueda de justicia para todos los grupos sociales" (Ibíd.: 37).
Sin embargo, Paz Soldán desconfía que los ideales de justicia y libertad propuestos por esta novela sean iguales para todos personajes que la componen. En especial, porque Fray Justo, al criticar al modelo colonial, articularía la cultura indígena a la cultura occidental mestiza por medio de una subordinación. Dicho de otro modo, esa articulación del proyecto de la nación boliviana subordina la cultura indígena a los objetivos políticos del pensamiento liberal-ilustrado. Con Fray Justo, la crítica al modelo colonial se convierte en la subordinación de lo indígena al proyecto nacional. Es así que el discurso de Fray Justo homogeneiza la pluralidad cultural por medio de la articulación de la unidad nacional.
En síntesis, la investigadora afirma que en JDR no se propone una articulación simbólica de dos fuentes culturales, sino una articulación basada en la subordinación de lo indígena a lo occidental. En esta segunda incursión de Paz Soldán la valoración de esta construcción nacional es negativa en relación a la primera, ya que la cultura indígena se articula al proyecto nacional por subordinación y no por un enriquecimiento simbólico. Es por esta razón que, según la autora, este proyecto de subordinación permite comprender a JDR como una manifestación literaria del pensamiento liberal del siglo XIX en Bolivia. Desde esta perspectiva, la liberación de la nación estaría intrínsecamente aparejada a su progreso y desarrollo. De lo anterior se puede advertir que para Paz Soldán, JDR no refleja los hechos históricos, tampoco una ficción edificante, sino ante todo el anhelo político de los liberales bolivianos del siglo XIX y, en ese sentido, la construcción de lo nacional con base en una libertad restringida por la presencia de la cultura indígena que no permite el desarrollo deseado. Así que por todo lo anterior, la intérprete afirma que "el carácter homogeneizador e impositivo de un proyecto nacional es articulado en la discursividad de Juan de la Rosa" (Ibíd.: 52), sin que por ello se puedan borrar las contradicciones, complejidades y dificultades de ese proyecto inherentes a la realidad del siglo XIX en Bolivia.
La última cita nos permite evidenciar cómo la noción de construcción imaginaria de nación permite que Paz Soldán valore la novela de Aguirre como un proyecto nacional de carácter "homogeneizador e impositivo". Estos adjetivos no podrían corresponder a la imagen de novela que la intérprete dio en su primer estudio cuando más bien la comprendió como un intento de articular simbólicamente las diversas vertientes culturales de la patria-nación boliviana.
b. Guillermo Mariaca: JDR como creación del imaginario nacional del liberalismo
Guillermo Mariaca publicó Nación y narración en Bolivia: Juan de la Rosa y la historia (1997) en la colección Cuadernos de la Literatura Boliviana, texto en el que parece responder a la interpretación de Paz Soldán radicalizando el uso de la concepción de imaginario. Mariaca afirma que sería "un acto de banalidad leer Juan de la Rosa como un monumento discursivo o como un museo de la nación liberal" (Mariaca, 1997: 9), ya que esa obra no es solo el reflejo de su época, sino también parte de "los debates y procesos inconclusos de la modernidad contemporánea". En este sentido, la postura de Mariaca sostiene que es más interesante "demostrar que Juan de la Rosa constituye un imaginario nacional y no es construido por este" (Ibíd.: 10). Para este crítico literario, JDR no es tanto el reflejo del pensamiento liberal del siglo XIX, como es una narración ideológica que constituye el imaginario nacional liberal; JDR más que ser el producto de la ideología liberal, sería uno de sus elementos organizadores. De tal modo que la noción de libertad de la novela más que una reproducción de los ideales liberales del siglo XIX, aparecería como un acto del lector al situarse frente a la obra.
Apoyándose en Hayden White, Mariaca afirma que el historiador es un autor de narraciones históricas y no de discursos transparentes que reflejen la realidad tal como fue. Este investigador sostiene que "dado el carácter siempre fragmentario e insuficiente de los datos históricos" (Ibíd.: 7), el historiador no tiene otra opción que "relacionar los elementos con los que cuenta a partir y dentro de una estructura narrativa para dotarlos de sentido". Ya que los datos son fragmentarios e insuficientes, "el trabajo histórico consiste en construir su verosimilitud"; el discurso histórico requiere reunir los documentos en una narración que les brinde orden. Ese orden narrativo se convierte en una producción imaginaria ya que "es obra de un autor, de sus pasiones, de sus prejuicios, de sus limitaciones". Por ello, Mariaca termina afirmando que el "modo narrativo de la historia hace posible la elaboración del imaginario; demuestra que la narración es el modo a través del cual la historia produce su conocimiento" (Ibíd.: 8).
Si el modo narrativo de la historia, la convierte en una producción imaginaria; el proyecto nacional implícito en la misma, la convierte en ideología. Según Mariaca, "la ideología es el trabajo de autoconstitución de los sujetos, esa estructura de representaciones que permite al individuo imaginar sus relaciones con realidades transpersonales como la sociedad y la historia" (Ibíd.: 9). Dado que JDR retoma datos históricos y los articula en un modo narrativo que propone un modelo de nación, se sigue que esta novela posee un componente ideológico que articula a sus lectores en torno a una identificación social común. Según el crítico literario, los sujetos "necesitamos un proyecto de sociedad con cuya construcción nos identifiquemos y cuya identidad nos construya". En JDR ese proyecto de sociedad es la nación, ya que esta "es, usualmente, una operación ideológica que va siendo construida con herramientas históricas". Estas herramientas son las acciones sociales documentables y la proyección de los conflictos, las contradicciones y los deseos que se ponen enjuego al construir "unatotalidad nacional hipotética".
Bajo estos parámetros, Mariaca afirma que en JDR no se contraponen "verdad" y "mentira" históricas, sino la postura política del historiador. Mariaca demuestra esta postura política al señalar que en la novela el narrador se remite a la obra del historiador Eufronio Viscarra para rebatir los datos y apreciaciones del historiador Torrente Ballester sobre algunos acontecimientos históricos de las luchas independentistas. Según Mariaca, el modo en que el narrador rebate o critica las interpretaciones históricas españolas demuestra que en JDR se "afirma el carácter ideológico de la historia, la determinación que la perspectiva política impone sobre el documento" (Ibíd.). En este sentido, en JDR, la historia dejaría de ser concebida como testimonio individual para ser presentada como el resultado de las diversas versiones de los historiadores. Mariaca valora esta operación "(con)textual" -por la que en JDR se "transforma" la "historia como documento en historia como ideología"- como "un gesto autoral radicalmente novedoso para la época" (Ibíd.: 9).
El carácter ideológico de JDR como narración histórica se consolida, según Mariaca, con "la figura prologal del magisterio", que no es otra que la carta del coronel Juan de la Rosa que prologa la narración de las Memorias del último soldado de la independencia. El crítico literario sostiene que esa figura prologal "comienza la novela con el discurso didáctico de Juan como juicio sobre el incumplimiento del proyecto nacional que supuestamente se habría iniciado en 18256 pero que a la fecha de su diario -1884- se encuentra frustrado" (:12). A esto se añade que la "figura magisterial" presenta su narración como un diario. Esta operación textual transforma ahora la "historia como ideología" en "historia como narración". Esta operación convierte a JDR de una novela histórico-ideológica en una novela alegórica, ya que establece una "íntima relación" entre política y ficción, al mismo tiempo que entre "historia e imaginario cultural". La relación entre historia e imaginario cultural se convierte en la alegoría de las relaciones de parentesco entre los personajes. JDR recurre a la metonimia como ilustración de la "transformación" de las relaciones de dependencia social monárquica a la nación republicana con el cambio de la perspectiva del narrador, pasando de "Juan (casado en familia nuclear) a Juanito (huérfano mestizo y bastardo de familia mayorazgal)" (Ibíd.: 11). Así, la "legitimidad de la nación emergente, por tanto, estaba siendo construida tanto por una ficción histórica que alegorizaba los proyectos nacionales, como por una historia ficticia que alegorizaba las raíces de esos proyectos" (Ibíd.: 13).
El crítico prosigue afirmando que el recurso alegórico de JDR le permite fusionar "la forma del diario con la memoria popular, ambas integran la historia épica y la política épica y la política utópica en una novela" (14). Esto se habría hecho con el fin de construir "un lector identificado con la 'epopeya' de la independencia" (Ibíd.). En esa operación consistiría la ideologización de la narración histórica, ya que la historia de Juanito se convierte en la historia de la república. En este aspecto Mariaca parece estar de acuerdo con Paz Soldán, la carga ideológica de JDR remite a la ideología del partido liberal del siglo XIX. La diferencia entre ambas postura radica en que para Paz Soldán, JDR es el reflejo de tal ideología; en cambio, para Mariaca, JDR no refleja, sino constituye o construye el imaginario ideológico del partido liberal boliviano del siglo XIX y XX. En este sentido, Mariaca afirma que JDR constituye el imaginario nacional liberal por tres razones. La primera, porque JDR presenta una nación culturalmente criolla y socialmente mestiza que mantiene la diferencia entre la República de Indios y la criolla dentro del estado republicano. La segunda, porque constituye un sujeto nacional cuya figura central es la del soldado de la independencia y fundador de la nación. Esta figura del soldado es "la metonimia social del lugar privilegiado del mestizaje" (Ibíd: 15). La tercera, porque JDR "resuelve simbólicamente las contradicciones históricas e ideológicas de la fundación nacional no integrando a los indios y manteniendo la lógica de las 'dos repúblicas'".
Mariaca finaliza su análisis afirmando que este tipo de narrativa decimonónica -que presenta el pasado social en forma de una narración histórica ideológica- fue un recurso vital para la proyección imaginaria de una nación común. De este modo, la "narración histórica del siglo XIX ha posibilitado que las políticas coloniales de exclusión del indio, manteniendo sus efectos sociales, incluyan en el imaginario social aun sujeto ajeno a la Nación" (Ibíd.: 24). De lo que se puede inferir que la libertad propuesta por JDR no radica solamente en lo que en esa novela está escrito, sino también, y principalmente, en el modo en que el lector se sitúa frente a esa libertad conflictiva.
Siguiendo a Mariaca, se debe precisar que la exclusión del indio hecha por la narrativa liberal no es un acto cumplido, sino dinámico ya que "la comunidad nacional imaginada razona sus exclusiones para poder seguir pensándose como una unidad homogénea" (Ibíd.: 25). El intérprete afirma que en la actualidad la comunidad nacional cotidiana debe asumir "su esquizofrenia como raíz inevitable que ya anunciaba el genocidio contemporáneo de que solo podremos ser modernos si dejamos de ser indios" (Ibíd.: 24). Y es por estas razones que para Mariaca, la novela no reproduce la concepción liberal de nación propia del siglo XIX, sino que la construye. Esta construcción imaginaria liberal de la nación cobra un cariz negativo, ya que es el intento de imponer una comunidad imaginada sobre la exclusión que la colonia originó y que la república reforzó.
c. Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia: JDR y el imaginario de la ciudad mestiza
En 2003 se publicó Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia. En el primer tomo de esa historia, Blanca Wiethüchter afirma que JDR no propone ni "la construcción de un sujeto nacional ni de un proyecto nacional, sino la fundación simbólica de una ciudad y de un origen" (Wiethüchter, 2003: 29). Esta interpretación marca un paréntesis en la valoración política que de la novela se había realizado al relacionarla con la ideología del liberalismo político boliviano del siglo XIX. Esta nueva interpretación podría comprenderse como una respuesta a la interpretación de Guillermo Mariaca.
Según Wiethüchter, JDR parte del misterio del origen, de la pregunta 'quién soy', una interrogante que atraviesa toda la literatura latinoamericana. Esa falta de claridad sobre el origen produce un vacío que debe ser respondido y lo es a partir de la fundación simbólica de la ciudad como rasgo común humano y, específicamente, de los americanos. Inquietud humana y respuesta americana, ahí el valor de JDR según estos investigadores.
Según Wiethüchter, los personajes de JDR se enfrentan a un destino que no se resuelve en lo individual, sino en "la grandeza de un pueblo" (Ibíd.: 30). Por esa razón, todos los personajes se enfrentan a un destino que "se juega fuera de ellos mismos"; de ahí que la libertad radique en la relación que el personaje entabla con su "destino". Teniendo en cuenta el papel del pueblo resulta que pese a la derrota que sufren en un primer momento, "la novela trata en realidad de una singular victoria: la nominación de una ciudad y sus habitantes" (Ibíd.: 31). En esa medida, interpretan, lo histórico es solo un escenario y no lo central en esta novela.
Esa libre capacidad de nominar su propia ciudad y crear simbólicamente un lugar común a sus ciudadanos, ellos resaltan el valor de la creación que ofrece JDR. Así, por ejemplo, el quechua es rescatado no tanto como un medio de comunicación ordinario, sino como una obra de arte, en su valor estético. Ahí la apreciación positiva del narrador por los cantos quechuas y no así por el dialecto que escuchó en su tiempo. Pero toda crítica en JDR no busca la exclusión. Por el contrario, busca la inclusión matizada, mestizada. "No se alteran los valores mestizos, se multiplican y se agregan a los de la tradición popular, y el color local no aparece como extranjero" (Ibíd.: 32). De este modo, la capacidad creadora, la unión simbólica, es fundamental en JDR.
La creación simbólica de lugares comunes es una preocupación que retoma en primera instancia a América y después a Cochabamba, la Villa de Orope-sa. "Se escribe desde la alteridad americana cochabambina en defensa de su diferencia civilizada, en contra la 'salvaje' y violenta intención masificadora y explotadora española"; de ahí el talante libertario de JDR. Y, sin aclararlo de manera suficiente, ellos afirman que en JDR la "cultura espiritual ilustrada" es asimilada a "los valores humanistas" (Ibíd.: 34). Es así que para Wiethüchter, en JDR lo culto y lo popular surgen de "los valores vitales: la justicia y la solidaridad en contra de la crueldad y la injusticia" (Ibíd.). Valores fundamentales para la creación de una ciudad que auna a todos los que sentían un origen incierto, una presión colonial por demás injusta. Esos valores fundamentales serían -según la investigadora- los que conformarían la libertad a través de la memoria y la creación de un espacio común.
Por su parte, Rodolfo Ortiz, en "Aproximaciones a la literatura decimonónica en Bolivia" del segundo tomo de Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia, afirma que JDR ofrece una respuesta a la incertidumbre que envuelve el origen de los americanos. Según Ortiz, esa respuesta sobre el origen latinoamericano proviene de la memoria:
Juan de la Rosa es una "novela de la memoria" por cuyas páginas se filtran los misterios y las encrucijadas de una vida, con sus historias y cotidianos, con sus detalles y fragmentos insignificantes, pero, fundamentalmente, donde el valor de la imagen dibuja con esa extraña instantánea que es la construcción de un recuerdo (Ortiz, 2003:87).
La memoria construye sus recuerdos, es decir, reorganiza lo ya vivido en relaciones simbólicas que dan sentido a una vida en común al conferirle un sentido; los recuerdos sueltos se organizan en una narración con sentido. Es así que para Wiethüchter y Ortiz, JDR nos ofrece más que la descripción de una vida, su mo-delamiento. JDR modela una vida en común por medio de su narración. Recuerda, selecciona, valora, olvida u omite, pero rescata aspectos que podrían ser insignificantes; todo esto es parte de una vida reconstruida, creada en su finalidad.
Es por esta razón que para los investigadores de Hacia una historia crítica... Aguirre no fundó una nación con su novela, sino un lugar común en el que cada americano puede responder a la pregunta ¿quién soy? Así parece decirlo Ortiz cuando afirma que JDR fundó algo "más profundo e imperecedero", "lo concreto de un espacio habitable desde el cual iniciar la construcción de un origen" (Ibíd.: 88). Ese "espacio habitable" es la ciudad de Cochabamba que aparece en JDR. En este sentido, la nación en JDR sería un tema secundario o bien inexistente cuando se lo compara al tema de la construcción de la ciudad. En el marco de esta interpretación, entonces, la ciudad sería la construcción imaginaria que se elabora a partir de la memoria y el lenguaje poético. Como se puede apreciar, esta interpretación del 2003 valora positivamente la novela de Aguirre, ya que la consideran una creación que responde a la inquietud humana de la identidad mediante la creación de una identidad local mestiza en referencia a la creación simbólica o imaginaria de la ciudad de Cochabamba.
d. García Pabón: JDR crear un imaginario nacional apoyado en un mestizaje patriarcal
En Patria íntima (2007), Leonardo García Pabón afirma que la mayoría de las novelas, poemas, ensayos y films bolivianos son un hecho cultural que "(des) articula lo nacional como programa ideológico o político" (García Pabón, 2007: 5). Tal "(des)articulación" inscribe la nación como proyecto bajo "una doble tensión. Por una parte, la nación como proyecto ideológico al que la escritura debería servir de instrumento pedagógico (el 'nation-building'). Por otra, la nación como presencia de culturas nacionales que se niegan a ese corsé ideológico y que reclaman una escritura diferente para dar cuenta de su específico modo de pertenecer a lo nacional". En este sentido, García Pabón afirma que nación es la "propia interioridad" (Ibíd.: 6) de los sujetos/personajes, algo "esencial a la formación de la misma". Estos discursos o culturas heterogéneos, generalmente, corresponden a los indígenas. Es por ello que, para este crítico literario, las producciones culturales bolivianas brindan un proyecto de nación y libertad que trata de subordinar discursos o culturas heterogéneas; lo que se manifiesta en los problemas que los personajes de nuestras novelas presentan en sus respectivas narraciones. Ya que la literatura es un producto cultural que sirve para educar, se sigue que JDR es una novela que enseña un tipo de libertad en la que los indígenas tratan de ser discursiva y simbólicamente subordinados. Por lo tanto, la noción de libertad en JDR sería aparente pues solo se da para unos cuantos y de forma contradictoria, pues supondría la subordinación de un grupo de la población. Es así que García Pabón propone nuevamente la discusión política como vía de interpretación de JDR.
En este marco general, García Pabón afirma que en la novela JDR se recupera el "pasado original" de Bolivia para crear un nuevo proyecto nacional mestizo en el que lo indígena solo aparece de manera subterránea. Para demostrar su postura, García Pabón afirma que "Aguirre intenta rescatar lo más esencial del ser nacional: el amor a la patria y la definición de un sujeto social (mestizo) encargado de llevar adelante esa patria" (Ibíd.: 91). Sin embargo, "la presencia de lo indígena, en forma de símbolos culturales e históricos quechuas, no permite que la construcción del mestizo sea absolutamente hegemónica" (Ibíd.: 9). De este modo se da la tensión entre un proyecto de nación basado en el amor a la patria y el mestizo como sujeto nacional, por un lado, y, por otro, la presencia "subterránea" de la cultura indígena. Como componente subterráneo, infiero de la postura de este crítico literario, la libertad propuesta por JDR se vería también desestabilizada por la pervivencia de la cultura indígena.
Según García Pabón, JDR posee tres nudos textuales. Estos "nudos textuales" son "las formas en que se construye un narrador y su narración en el doble juego de lo ficticio y lo histórico, de lo masculino y lo femenino, de lo presente y lo pasado y/o futuro" (Ibíd.: 68). García Pabón se apoya en estos "nudos" para "explicar la formación de un concepto de nación en el imaginario de aquellos sectores sociales influenciados por la educación oficial". El primer nudo textual es la historia determinada por amores pasados y futuros. Por ejemplo, el amor que Juanito siente por su madre, por su patria y por la nación mestiza. El crítico afirma que este tipo de afectividad diferencia a JDR de las demás novelas decimonónicas en las que el amor es comprendido como la relación imposible entre dos jóvenes amantes de estratos sociales distintos.
El segundo nudo textual es la creación de un proyecto del pueblo mestizo-patriarcal y el conflicto inconsciente entre lo indio y lo criollo. El proyecto de una nación mestiza estaría nutrido con los postulados del iluminismo francés, con la moral cristiana, con la presencia de líderes mestizos (Alejo Calatayud) y los cantos quechuas. Según el crítico, ese proyecto de nación mestiza excluye a los indios del proyecto político republicano. Además, ese proyecto mestizo tendría un fuerte componente patriarcal en vista de que el narrador y casi todos los héroes son varones. Después, el crítico recuerda que se menciona la importante participación de las mujeres en las batallas (como en la de la Coronilla) y que la esposa del narrador interrumpe no pocas veces el discurso de este; por lo que García Pabón concluye que el proyecto patriarcal de JDR está inacabado.
El tercer nudo textual que García Pabón rastrea para explicar el proyecto nacional de JDR propuesto Aguirre es su relación contextual con la guerra del Pacífico. Es el espacio marginal de la enunciación de la narración y su relación con el hecho de 1789; esto quiere decir, que tras la derrota boliviana, Aguirre habría intentado ofrecer a los lectores, como un gesto fundacional, "un espacio de regeneración de la nacionalidad en cuestionamiento después del enfrentamiento con Chile" (Ibíd.: 92). El crítico literario asume que Aguirre escribió su novela entre 1883 y 1885, años posteriores a la guerra del Pacífico. Aguirre que perteneció al grupo belicista que apoya continuar con la guerra contra Chile, tuvo que negociar una tregua con este país a razón de su nombramiento como ministro de guerra. Esto, según el crítico literario, provocó en Aguirre, al igual en muchos otros ciudadanos, un "hondo malestar emocional" (Ibíd.: 92). Bajo ese impacto emocional, Aguirre habría escrito JDR, aprovechando su nuevo y modesto cargo como profesor de Derecho en la ciudad de Cochabamba.
En esta interpretación de García Pabón se puede apreciar nuevamente una valoración negativa del imaginario de nación propuesto por JDR. La construcción imaginaria de la nación boliviana que propone JDR, se apoya en los "tres nudos textuales" ya explicados. De los tres, el segundo es el más criticado por el autor, ya que en él se plantea como respuesta a los problemas del país una nación imaginaria mestiza y patriarcal, es decir, una imagen de nación que excluye a los indígenas y a las mujeres de su proyecto político.
e. Rodríguez y Monasterios: JDR y el proyecto de un mestizaje por acrio-llamiento y la correspondiente negación de los indígenas
Según Rosario Rodríguez, el tema central de JDR "es la constitución de la nación boliviana" (Rodríguez, 2007: 359). Según la investigadora, JDR "registra y elabora simbólicamente una concepción de nación mestiza con antecedentes indígenas" (Ibíd.: 347) sin integrarlos como sujetos sociales libres de ejercer su ciudadanía en la nueva república. Al igual que para los anteriores investigadores, la autora afirma que Juanito es un mestizo que la novela presenta como sujeto nacional. A partir de la figura de este héroe se plantea en JDR una nación mestiza con libertad para pocos.
Según Rodríguez, JDR "subraya la característica representativa o modélica de los diferentes personajes de la novela" (Ibíd.: 319). Esto quiere decir que la novela presenta personajes que representan a cada uno de los grupos que conforman la nación boliviana. Los personajes principales son casi todos mestizos. Además, aparecen los criollos, no solo como enemigos (Goyeneche), sino también como amigos aliados o familiares, como Fray Justo. De Fray Justo, Rodríguez dice -al igual que Paz Soldán- que "es el verdadero portador del proyecto nacional y de los anhelos libertarios" (Ibíd.: 318). Anhelos que son cumplidos por los mestizos que lucharon en las batallas libertarias de la independencia.
Para la investigadora, JDR plantea una supuesta reproducción de los hechos históricos de la independencia, pero en realidad los inventa para plantear el proyecto de una nación mestiza, como afirmaran en su momento Mariaca y García Pabón. La aparente reproducción de los hechos históricos se justifica con el recurso de la narración autobiográfica. Este recurso es la narración testimonial que el coronel Juan de la Rosa pone en marcha cuando cuenta lo vivido por él cuando niño. Pero no solo como testigo, sino también como heredero de los secretos que Fray Justo le da a conocer en su lecho de muerte; el secreto de su ascendencia familiar y también de los ideales ilustrados que aparecen en los cuadernos de su maestro y tío paterno. Por lo tanto, el personaje-narrador es un testigo informado.
La autoridad del narrador también se aprecia en que él fue miembro de los ejércitos que concluyeron la lucha por la independencia y vieron nacer la república. Todas estas "credenciales", le permiten al narrador evaluar negativamente el poco avance de la república en relación a sus ideales originarios. "De esta suerte se garantiza y valida al traductor del verdadero proyecto original de los libertadores de la patria" (:337), escribe Rodríguez. En este sentido, la historia narrada por el coronel Juan de la Rosa es una historia crítica, una interpretación ética de los "hechos históricos" narrados por él. De esta diferencia de discursos, Rodríguez afirma que JDR pasa de la narración histórica a la narración ideológica7.
Esa carga ideológica señalada por Rodríguez decanta en la predilección de los mestizos y la apropiación crítica de sus vertientes culturales, los criollos y los indios. Siguiendo el análisis de Rodríguez, los mestizos deben más a los criollos que a los indios dentro de la narración de la novela. Los criollos dejaron como herencia a los mestizos las ansias ilustradas de liberación. En cambio, los indios heredaron la belleza del idioma quechua. Mientras los ideales criollos de liberación pueden renovarse en la juventud boliviana, los cánticos quechuas ya no son renovables por dos razones. Primera, que los jóvenes bolivianos habrían olvidado el quechua, pareciéndoles un idioma tan extraño como una lengua muerta. Segunda, porque el quechua dejó de ser un idioma puro y se mezcló con el español, formando un feísimo dialecto mixturado.
Según Rodríguez, otro rasgo que permite advertir la preferencia de lo criollo por encima de lo indígena es la apreciación de la belleza femenina. Cuando el narrador presenta a Rosa la alaba por parecer una ibérica, una hermosa moza de la península. Lo único que no sería criollo en Rosa son "algunas gotas de sangre india en sus venas" y la vestimenta que sería la de una mestiza.
A esto se suma que las luchas de la independencia boliviana se presentan como el heroísmo de mestizos y criollos y no de indios. En este sentido, las luchas de Tupac Amaru y Tupac Katari son narrativamente subordinadas al relato del heroísmo de mestizos ya advertido por otros investigadores. Por esto, la investigadora sostiene que las luchas indígenas en JDR son locales y no representan el anhelo de la construcción de la nación boliviana. Ese anhelo estuvo reservado solo a los mestizos y algunos criollos. Así, la historia es presentada como ideología. De lo que se sigue que "la obra propone un mestizaje por acrio-llamiento" (Ibíd.: 345). Así concluye Rodríguez: "Por tanto y bien mirado, la obra reinventa a favor de un orden colonial que en primera y última instancia margina la cosmovisión, la cultura, la religión y el sistema de valores indígenas".
Es así que para esta autora, JDR es una narración ideológica que construye una nación boliviana basada en los mestizos. Estos mestizos recuperan componentes criollos y dejan de lado la cultura indígena. Esto produce que la cultura indígena sea una pieza de museo inservible para reactivar la transformación que el narrador pide a los jóvenes bolivianos. Por ello, para Rodríguez, el narrador es hegemónico, es decir, es "el único conocedor de la verdad, de la historia y de la política" (Ibíd.: 364) de Bolivia. Y en ninguna de esas dimensiones la cultura indígena tiene importancia.
Rosario Rodríguez y Elizabeth Monasterios (2012) firman la misma interpretación en el estudio preliminar que antecede a la novela en la edición de las "15 novelas fundamentales"8. Para ambas investigadoras, JDR es una novela en la que los indígenas y su cultura quedan excluidos del proyecto nacional que la obra literaria propone. La inclusión de los indígenas se produce al presentarlos como un pasado glorioso común a los bolivianos, pero quedan al mismo tiempo excluidos porque esa cultura no aporta nada decisivo a la cultura mestiza que compone la nación boliviana. Bajo los mismos argumentos ya expuestos, las autoras afirman que 'el plan' de la novela es olvidar la cosmovisión, saberes y valores indígenas para, a cambio, proponer una transformación raigal del indio con miras a su incorporación, como mestizo, en la nueva estructuración de la nación y sus reclamos de modernización" (Monasterios; Rodríguez, 2012: 39). De esta manera, la interpretación de Rodríguez y Monasterios presenta una valoración negativa del imaginario nacional creado por JDR.
f. Ximena Soruco: JDR como respuesta al ensimismamiento criollo
Según Ximena Soruco, en La ciudad de los cholos. Mestizaje y colonialidad en Bolivia, siglos XIXy XX (2012), JDR es una novela excepcional. Primero, porque es una respuesta a la crisis suscitada por la Guerra del Pacífico. Segundo, porque se opone al "ensimismamiento criollo" al proponer un mestizo como personaje principal. Todo esto produciría la imagen de un estado republicano justificado por su pasado heroico. Según Soruco, la respuesta de Aguirre a la crisis producida por la Guerra del Pacífico sería recuperar la "esencia nacional" de la gesta heroica independentista. Por esta razón, a diferencia de otras obras contemporáneas, JDR no es una historia teleológica, sino mítica, circular. La esencia de la nación debería ser recuperada rememorando la "gestación heroica del pueblo" (Soruco, 2012: 85). En este sentido, la socióloga afirma que "el énfasis en la gesta libertaria como primer espacio de socialización de Juan manifiesta el deseo de volver al mito original de la república para, desde ahí, construir una nueva nación" (Ibíd.: 46). Según Soruco, la independencia sería el origen mítico que se sintetiza en los mestizos de Bolivia. Aguirre habría buscado restituir la nación boliviana a partir de la guerra de la independencia.
Sin embargo, para la misma autora, la crisis de la Guerra del Pacífico no era la única a la que Aguirre trataba de responder con JDR. El autor cochabambino también habría tratado de responder al problema colonial y republicano de las castas criolla, indígena y la mestiza. Esta tercera casta aparecería como producto del auge de la explotación y exportación de la plata y el estaño, además de las leyes de Ex-vinculación que convertían a las tierras comunitarias o comunales en tierras de propiedad individual o en parte de las nuevas o ya existentes haciendas9. La relación entre estas tres castas con objetivos distintos dentro del estado republicano sería remediada con la creación de un sujeto nacional mestizo. Que Aguirre haya puesto los ojos en los mestizos como sujeto nacional es un hecho que no tiene parangón en la literatura hasta el siglo XX. Soruco afirma que "esta inclusión mestiza no se repite en la literatura boliviana hasta 1948, con la novela de Antonio Díaz Villamil, 'La niña de sus ojos', en un contexto histórico completamente diferente, el populismo nacionalista" (Ibíd.: 85).
La presencia del mestizo en JDR es una respuesta al "ensimismamiento criollo" de la época. El "ensimismamiento criollo" es "la pretensión de esta casta para declararse representante de la lucha independentista y por tanto, heredera del monopolio público de la nueva república, silenciando a los otros, en especial a los mestizos" (Ibíd.: 46). Frente a este tipo de discurso aparece la historia autobiográfica de Juanito, un niño mestizo, que no conoce su ascendencia paterna y criolla hasta el fin de la novela.
Como JDR centra su atención en un niño mestizo, se puede apreciar que hay un intento de responder a la diferencia de castas. Juanito es hijo de Rosa Calatayud, una mestiza con vestimenta indígena o mestiza de la época10. Su vestimenta es "la ropa femenina mestizo/chola" (Ibíd.: 86) de la época, dice Soruco. Juanito también es hijo de un criollo, Carlos de Altamira. Como al final de la novela Juanito retoma por apellido el nombre de su madre se nota la crítica a los valores criollos y el favoritismo por las luchas mestizas. Aguirre habría pensado a los mestizos como una "superación de la etapa colonial, una amalgama de lo indígena y lo español que constituye la nueva república" (Ibíd.).
Es así que la novela de ficción autobiográfica JDR justificaría la existencia del estado republicano. El estado republicano tendría por ciudadano o sujeto nacional central al mestizo en el que se aunan los pasados criollo e indígena. Por ello, Soruco afirma que JDR es una novela excepcional. Mientras la literatura de la época tendía al "ensimismamiento criollo", JDR propone una utopía mestiza que trata de unificar a un país que sufría por la pérdida de su salida al océano Pacífico. Según la investigadora, la novela expresaría el naciente proceso de liberación y ascenso social de los mestizos dentro de la sociedad boliviana.
Por lo aquí expuesto, se puede apreciar que la interpretación de Ximena Sónico plantea una valoración positiva de la novela JDR. Es interesante notar que esta interpretación no recurre al término "imaginario" como herramienta de interpretación, alejándose del discurso común de los intérpretes literarios para abordar la novela desde una perspectiva más sociológica.
3. A modo de conclusión: valoración sobre el uso del término "imaginario" en las interpretaciones expuestas sobre JDR
a. Acuerdos y desacuerdos en las interpretaciones y valoraciones de JDR
La exposición de las interpretaciones literarias de JDR producidas desde 1986 hasta el 2012 permite afirmar los siguientes puntos. Primero, todas las obras reconocen que JDR es una novela en la que se propone un proyecto de nación o de ciudad (como Qn Historia crítica de la literatura en Bolivia). Segundo, todos los lectores aceptan que los personajes importantes pueden ser clasificados como indígenas, criollos y mestizos. Tercero, la mayoría de los intérpretes afirma que el proyecto de nación imaginaria o simbólica que propone JDR tiene relación directa con el liberalismo, sea como una proyección o construcción del mismo. Cuarto, la mayoría de los intérpretes de este grupo valoran negativamente el proyecto de nación que JDR propondría imaginariamente. Las tres únicas excepciones a esa concepción negativa son las que no recurren específicamente al término "imaginario" para reflexionar sobre la nación, la patria o la ciudad, la de Paz Soldán en 1986, la de Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia (2003), y, en especial, la de Soruco (2013) en la que la valoración es también positiva, ya que el discurso del mestizaje es una propuesta de unión de las diversas vertientes culturales en Bolivia.
Si asumimos que, con algunas excepciones, desde 1987 hasta 2012,los expertos en crítica literaria han valorado como negativo el proyecto "impositivo y homogeneizador" de una nación imaginaria mestiza y liberal que aparentemente propone la novela JDR; entonces, no debería extrañarnos demasiado que el Vice-ministro de Descolonización de nuestro país, no especializado en hermenéutica literaria o disciplinas similares, haya amplificado en su momento la valoración negativa al punto de afirmar que esa novela de Aguirre es parte de las obras que deberían ser vetadas por ser parte de "imaginarios culturales" alentados por "miradas coloniales" y de "puros machos"11.
b. Limitación del uso del término "imaginario" en los intérpretes de JDR
En este punto precisamente me parece que radica una de las limitaciones centrales del uso de los términos "imaginario" y "nación" en la interpretación de la novela de Aguirre. Tal limitación no está tanto en los términos mismos, como en el uso que los intérpretes les han dado, ya que para la mayoría de ellos, el uso del término "imaginario" les ha permitido arrojar una valoración negativa de la novela. Esto me parece que ha sido producido en la medida en que casi todos los intérpretes han recurrido al término "imaginario" como sinónimo de "ideología", entendiendo por ella algo así como una falsa conciencia o una maniobra políticamente engañosa para crear una concepción de la nación que no corresponde a la compleja realidad histórica. En este sentido parecen utilizar el término "imaginario" todos aquellos que afirman que el proyecto de nación imaginaria que propone JDR es la imposición de concepciones liberales que se basan en la noción de mestizaje y rechazo de lo indígena.
c. La relación entre las propuestas de imaginario de Anderson, Rama y Sommer y las interpretaciones de los lectores de JDR
Ahora bien, la recepción que muchos de los críticos literarios de JDR tuvieron de la noción de "imaginario" fue mediante la obra Comunidades imaginadas (1983) de Benedict Anderson y los aportes de Ángel Rama (1984) y de Doris Sommer (1991). En la primera se afirma que la nación es "una comunidad políticamente imaginada como inherentemente limitada y soberana" (Anderson, 1993: 23). Es imaginada porque los miembros de una nación no podrán conocer a todos los miembros de ella, sin embargo en la mente de cada individuo "vive la imagen de su comunión". Es limitada porque "ninguna nación se imagina con las dimensiones de la humanidad" (Ibíd.: 25). Es soberana porque "las naciones sueñan con ser libres" (Ibídem). Por último, es una comunidad porque "se concibe siempre como un compañerismo profundo, horizontal" (Ibíd.), pese a que exista en su interior algunos conflictos internos.
La ciudad letrada (1984) de Ángel Rama influenció mucho en los intérpretes de JDR. En ella se estudia la relación entre el poder y las letras desde la colonia hasta inicios del siglo XX. Una de las ideas que influyó es la que afirma que en la producción literaria de las élites americanas se ejerce el poder de los intelectuales. Dicho poder reside en el dominio de la palabra escrita en una sociedad en gran medida analfabeta. Es así que la fundación de ciudades exige la creación de producción burocrática escrita que legitima esa fundación. Es así que la palabra escrita se convierte en el requisito indispensable para la creación de ciudades. En el siglo XIX, el poder de la palabra estaría principalmente en manos de los periódicos y revistas. Según Rama, el siglo XIX está caracterizado por la difusión de un proyecto modernizador en el que los campos deben someterse a la ciudad, a una nueva ciudad letrada guiada por el progreso.
Por su parte, Doris Sommer (Ficciones fundacionales. Las novelas nacionales en América Latina, 1991) plantea que los romances del siglo XIX promovieron la creación de una comunidad imaginaria como fundamento de la nación en América Latina. La autora explica la manera en que los Estados y este género literario marcharon de la mano, cómo eros y romance se unen al concepto de patriotismo del siglo XIX para cumplir con la tarea de crear buenos ciudadanos. JDR es una de las novelas que esta investigadora no analiza en su estudio. En este sentido, las novelas tendrían un papel fundamental en la formación del Estado nacional moderno y la hegemonía cultural de las élites del siglo XIX en América Latina.
No resulta difícil ver los puntos en común que las propuestas de los intérpretes de JDR tienen con los aportes de Rama y Sommer. En especial se puede apreciar que la relación entre ficción y política como imposición de las élites del siglo XIX con la finalidad de crear un proyecto nacional hegemónico propuesta por Sommer, en mayor medida, y en Rama de forma secundaria es muy cercana a las posturas de Paz Soldán (1987), Mariaca, García Pabón, Rodríguez y Rodríguez-Monasterios. Me parece que la relación entre la postura de Sommer y los intérpretes mencionados radica en que todos ellos comprenden la creación imaginaria de lo nacional como un proyecto político criollo-liberal impuesto a las masas letradas e iletradas. Esto convierte al proyecto propuesto en JDR en un proyecto muy criticable, al punto de la valoración negativa.
Sin embargo, si revisamos la creación del concepto de imaginario, podremos percatarnos que no es un concepto que sirve solo para destacar la carga ideológica y engañosa de una determinada interpretación de la realidad social y cultural, sino también una categoría que permite destacar las ansias de emancipación de sus gestores. Así que resulta conveniente realizar una clarificación del concepto de imaginario.
d. Imaginario y emancipación en Castoriadis y JDR
En este punto de la exposición se podría llegar a afirmar que el uso del término "imaginario" como construcción simbólica de lo nacional movilizado por un proyecto político criollo-liberal es la razón de que las interpretaciones sobre JDR hayan resaltado más los aspectos negativos que positivos. Sin embargo, cabría la posibilidad de plantearse si el imaginario se reduce simplemente a la concepción de imposición de una ideología política o si, por el contrario, en ese término se puede encontrar alguna dimensión liberadora. Atendiendo al origen del concepto imaginario, veremos que en tal concepto está implicada la posibilidad de emancipación de los sujetos sociales.
El concepto de imaginario aparece con fuerza en 1975 con la publicación de La institución imaginaria de la sociedad. En esa obra Cornelius Castoriadis, pensador de vertiente socialista, critica aquellas perspectivas que pasan por alto que toda sociedad puede ser pensada como un orden simbólico autónomo y hasta cierto punto contingente. Según este autor, las necesidades humanas son construcciones sociales que varían a lo largo de las culturas y el tiempo. Es por esta razón que lo cultural puede ser estudiado como una entidad capaz de determinar las concepciones económicas y morales que una determinada sociedad posee. En este contexto, Castoriadis aparece como un crítico de los socialismos reales, puesto que propone una relectura del marxismo ortodoxo al mismo tiempo que procura recuperar su dimensión revolucionaria en tanto enfoque teórico. Es así que Castoriadis concibe la sociedad moderna como una entidad alienada que puede ser emancipada.
El marxismo ortodoxo supone que la cultura y las ideas son el reflejo de las relaciones de producción de una sociedad. Por ello, formas culturales como el Estado, la literatura, las formas de vestir y las demás prácticas humanas están determinadas por la infraestructura económica. La función de esas formas culturales es mantener el estado de las relaciones de producción sin modificaciones significativas. Ahora bien, según Castoriadis, estas formas culturales no son solo un epifenómeno de lo económico, sino que también tienen el poder de generar nuevas relaciones dentro de la sociedad, al punto que el modo en que las personas conciben su realidad puede llevar a producir cambios que perfeccionen la sociedad. Es decir, no solo el cambio de las relaciones de producción alterarían como un efecto las concepciones culturales, sino que también la alteración de estas permitirían la transformación de la realidad económica. "La socialización no es una simple adjunción de elementos exteriores a un núcleo psíquico que quedaría inalterado; sus efectos están inextricablemente entramados con la psique que sí existe en la realidad efectiva" (Castoriadis, 1997: 4).
Castoriadis también critica la concepción funcionalista de las instituciones sociales. Para esta concepción, las instituciones son creadas en la sociedad para responder a determinadas necesidades naturales. Según Castoriadis, las instituciones sociales pueden ser creadas sin una necesidad previa. Es más, las instituciones sociales pueden crear necesidades para los miembros de la sociedad al punto en que su creación quedará justificada después de funcionar por algún tiempo con cierta normalidad; por ello, la "sociedad es creación, y creación de sí misma, autocreación. Es la emergencia de una nueva forma ontológica -un nuevo eidos- y de un nuevo nivel y modo de ser" (Ibíd.: 5). Las instituciones, luego, son capaces de modelar la vida cotidiana de la sociedad y no solo responder a necesidades preexistentes.
Entonces, Castoriadis rechaza dos concepciones generales sobre la sociedad y sus instituciones. La primera, según la cual las ideologías son un simple espejo de las condiciones estructurales. La segunda, la idea de que la acción social de las instituciones está solo encaminada al cumplimiento de determinadas funciones básicas para la especie humana. Ante este rechazo, ¿qué es el imaginario social y cómo opera en la sociedad?
Se podría definir el imaginario social como una creación socio-histórica de instituciones, normas y símbolos que otorgan sentido al actuar de las personas, así como la justificación de la existencia de una realidad social. Pese a ser imaginaria, esta construcción de la coherencia y completitud del mundo social opera en la realidad ofreciendo oportunidades y restricciones a los sujetos sociales. Esto significa que un imaginario social es un esquema interpretativo de la realidad y no uno representativo, socialmente legitimado y con manifestaciones materiales históricamente elaboradas que brindan matrices culturales para la cohesión e identidad social que son difundidos por sus instituciones sociales y son aceptados por los miembros que se sienten parte de ese mundo social. Un imaginario social permite la inteligibilidad de un mundo social que no podemos representar en su totalidad, pero sí interpretar a partir de determinados símbolos o prácticas.
Un imaginario social debe ser coherente, completo y significativo. Castoria-dis escribe sobre la primera característica que: "La coherencia debe ser estimada desde un punto de vista inmanente, es decir, en relación a las características y a los principales impulsos de la sociedad caracterizada; teniendo en cuenta el comportamiento conforme a los individuos socializados" (Ibíd.: 7). Con respecto a la segunda, se refiere a que las sociedades deben asegurar la justificación de las instituciones, es decir, deben ser capaces de explicar su existencia en base a su propia organización y a su propia función organizativa. De algún modo amplio se podría decir que las sociedades deben aparece como autoreferenciales, sin embargo, la tercera dimensión de un imaginario no lo permite. La tercera dimensión o característica de un imaginario radica en que este debe ser significativo. Esto quiere decir que debe crear un mundo propio para la sociedad considerada, debe conformar la psique de los individuos para que estos se sientan parte de ese mundo y puedan diferenciarse de otros mundos sociales. El carácter significativo del imaginario no se reduce a una representación de hombres o cosas, sino al sentimiento de pertenencia a una comunidad, un "Stimmung específico" (Ibíd.: 9).
El carácter significativo de un imaginario permite la posibilidad de emanciparse de un determinado imaginario social. En ese momento se encuentra la contingencia de un determinado orden y las insatisfacciones se revelan. Esas insatisfacciones pueden ser o no de orden económico, pues también ellas pueden aparecer desde un vacío o confusión en el sentido cultural e identitario del individuo. Es por esta característica que los imaginarios tienden a reinventarse y modificarse. "Deseo, y pido, que antes que nada, mi trabajo tenga un sentido, que pueda probar para que sirve y la manera en que está hecho, que me permita prodigarme en él realmente y hacer uso de mis facultades tanto para enriquecerme o desarrollarme" (Castoriadis, 2007: 145).
A partir de las insatisfacciones subjetivas y personales de los individuos comienzan a gestarse los proyectos emancipatorios que se basan en deseos de transformación de la realidad social y cultural, pero también como deseo de obtener el poder, el deseo de liberar a los otros. Ninguno de los deseos que motivan la emancipación debe ser, al final de cuentas, privilegiarse, ya que todos ellos entran enjuego en un proyecto revolucionario. Por ello, Castoriadis afirma que el "proyecto revolucionario encuentra sus raíces y sus puntos de apoyo en la realidad histórica efectiva, en la crisis de la sociedad establecida y en su contestación por la gran mayoría de los hombres que viven en ella" (Ibid.: 150)
Cuando el hombre siente que no son las instituciones las que le sirve, sino que él se ha convertido en servidor suyo, comienzan los procesos de emancipación. Esto, según Castoriadis, pasa en todas las sociedades, ya que en todas ellas la alienación está instituida como factor de su propia constitución. Nunca se crean instituciones para un solo individuo, así que alguno de ellos, en algún momento, promoverá un movimiento emancipatorio. Es así que la emancipación es "la posibilidad de cuestionar los imaginarios sociales para mostrar así su carácter construido y la facultad del ser humano para transformarlos" (Moreno Bravo, 2009: 12). Por esta razón, lo imaginario se nutre de lo simbólico, pero no se reduce a ello; puesto que si así fuese, los individuos no tendrían como emanciparse. La emancipación surge de diversos tipos de insatisfacción y deseos no cumplidos12. Así que todo imaginario organiza un pasado como historia que justifica su existencia, como un presente en el que ciertas acciones son permitidas y otras negadas, y un futuro como utopía a ser realizada (Cegarra, 2012).
Las insatisfacciones, las dudas existenciales y los deseos de mejorar la sociedad me parecen estar muy presentes en JDR, por lo que esta novela no solo podría leerse como el cúmulo de errores del liberalismo de finales del siglo XIX, sino también como uno de los aportes al discurso emancipatorio y de mejora de lo nacional y plurinacional en Bolivia. Las insatisfacciones personales, grupales y sociales son las que JDR presenta en voz de los personajes que luchan contra las impiedades de las fuerzas reales. Por ejemplo, en la injusticia que siente Jua-nito cuando su madres es atropellada con los adjetivos peyorativos con que Doña Teresa, quien al final resulta ser su tía paterna, la nombra; o cuando él, estando al amparo de una "digna señora" se ve menospreciado como "el botado" o "hijo del aire"; o en la profunda pena que llega a sentir por su padre, a quien no conoció más que en lecho de muerte como una víctima más de las imposiciones abusivas del sistema colonial. Las preguntas existenciales sobre el dudoso sentido de justicia del mundo colonial están presentes en las preguntas Juanito se plantea: "¿Qué va a ser de mí? ¿a dónde voy? ¿para qué sirvo en este mundo?" (Aguirre, 1885: 232), "quién soy" (Ibíd.: 102). Los deseos de crear un nuevo mundo mediante la independencia están presentes a partir de las enseñanzas que Juanito aprende del heroico cuidado que demuestra Rosita por su hijo, la solidaridad de la comunión personal en los juegos de los niños (el Overo y los demás amigos), el calor de hogar que el personaje principal encuentra en el campo con la familia Nina y los imperativos de no tomar venganza, ni "matar a nadie cuando se va a hacer nacer la patria" que Fray Justo alude como parte del "credo de la humanidad" (libertad, igualdad y justicia) que están presentes en los evangelios y que puede ser expresado en castellano, francés o quechua. Todos estos pasajes me parecen demostrar que JDR es una novela que también tiene fuerte mensaje de liberación que las interpretaciones aquí estudiadas han ido, poco a poco y en mayor intensidad cada vez, dejando de lado.
Lo anteriormente dicho me permite afirmar que la dimensión emancipadora inherente al concepto de imaginario no es rescatada por los intérpretes literarios de JDR, por lo que su lectura tiende a una valoración negativa del proyecto de nación imaginaria que esta novela presenta. Claro está, esta conclusión tiene excepciones. La de Soruco, puesto que esa interpretación afirma que JDR es una novela que se adelanta en el tiempo al discurso nacionalista que ve en los mestizos una renovación de lo nacional. La de Paz Soldán en 1986, ya que en ese trabajo la intérprete nos propone que JDR presenta una articulación de los diversos símbolos culturales que enriquecen nuestra compleja comprensión de lo nacional. Por su parte, la interpretación de Hacia una historia crítica... también propone que en la capacidad poética del lenguaje y de la memoria presentada por JDR está una de las respuestas al problema de la identidad americana y humana; puesto que por medio del lenguaje somos capaces de recuperar lo mejor del pasado y expresar del mejor modo nuestros mejores deseos de un proyecto articulado e incluyente. A estas tres excepciones deben sumarse los muchos trabajos que recuperan el ideal libertario e inclusivo en JDR, pues si bien no somos dueños de cambiar los errores del pasado, sí somos responsables de las concepciones de nación, libertad y futuro que vayamos a dejar a las siguientes generaciones.
NOTAS
1 Licenciado en Filosofía-U.M.S.A., egresado de la maestría de Literatura Boliviana y Latinoa-mericana-U.M.S.A., miembro colaborador de C.LA.FEN, docente de Escritura Académica y Pensamiento Crítico-Universidad Católica Boliviana "San Pablo" y Jefe del Departamento de Filosofía del ISET-La Paz.
2 Los folletines de la novela fueron publicados en la sección literaria de ese periódico desde el domingo 18 de enero hasta el sábado 25 de agosto 1885.
3 Es necesario mencionar que esta novela de Aguirre estaba planeada en tres tomos de los que solo se publicó el primero. Del segundo ha quedado únicamente un par de hojas en las que se presenta el "Prólogo". Ese manuscrito se encuentra bajo la custodia de la Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San Andrés.
4 Mercado, Martín, "Medio siglo de crítica literaria sobre Juan de la Rosa (1885) de Nataniel Aguirre", publicado en la revista Ciencia y Cultura de la Universidad Católica Boliviana, La Paz-Bolivia, número 33, año 2014.
5 Es importante notar que el estudio de la literatura como una articulación simbólica de lo nacional en América es iniciado por investigadores como Paredes en 1986 (aunque sin llevarlo acabo por completo) y por Alba María Paz Soldán (1986) mucho antes que el muy conocido y difundido trabajo de Doris Sommer de 1991 (Doris Sommer, Foundationalfictions, Berke-ley. University of California Press, 1991).
6 Este dato es cuestionable, ya que las memorias comienzan narrando la vida de Juanita un par de años antes de 1810. Por lo que la luchas que en JDR parecen iniciar el proyecto nacional no se habrían iniciado en 1825, como afirma Mariaca, sino mucho antes.
7 Es notable la similitud de los argumentos de Rodríguez con respecto a los de Paz Soldán y los de Mariaca.
8 Proyecto realizado bajo la coordinación del Ministerio de Culturas del Estado Plurinacional de Bolivia, la Embajada de España en Bolivia y la Carrera de Literatura de la Universidad Mayor de San Andrés.
9 Esto también fue resaltado por Paz Soldán en su investigación del año 1987.
10 Ximena Soruco critica la interpretación de García Pabón sobre el discurso patriarcal de JDR. Para la investigadora, la presencia de la mujer es importantísima, no solo por Rosita y la abuela Chepa, sino también por Merceditas, la esposa del coronel. En especial esta última, ya que interviene en la narración con acotaciones dándole un carácter más dinámico al relato cuando relativiza las afirmaciones del narrador. Se debe señalar que valora el papel de la mujer en la novela independientemente de las investigaciones de Paz Soldán (1986, 2003).
11 La opinión del mencionado Viceministro se habría vertido en la entrega de un premio de poesía en el año 2010. Se pueden leer las repercusiones en varios artículos, por ejemplo: "Libros y racismo" (Editorial de La Razón, 2010), "El Gobierno dice que no vetará textos de lectura" (Editorial de La Razón, 2010), "Literatura y revolución" (Vargas, 2012).
12 Probablemente los deseos que promueven un proyecto de emancipación jamás puedan ser cumplidos por las sociedades históricamente existentes, pero en definitiva, estas se erigen bajo la promesa de su cumplimiento.
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